
Ahora que miro a través de la ventana veo todo con más claridad, aunque he de reconocer que todavía me cuesta creer que nada fue cierto...
La tranquilidad de los árboles era relativamente estresante. Estaba tensa al pensar que él todavía no cruzaba aquella puerta. Tenía miedo. Demasiado. Pero entonces ese particular olor traído por la brisa que corría en el exterior, sirvió de remedio para alivianar un poco la carga de su partida repentina y sin explicación.
-Te he traído unas naranjas del mercado -comentó mi hermana, poniendo, de inmediato, un par de bolsas sobre la mesa. Yo asentí y esbocé una sonrisa tímida. -Mujer, me estás dando miedo.
-Lo siento -me limité a contestar. Últimamente ni siquiera tenía ganas de hablar.
Era bastante evidente que ella no entendía lo que me pasaba, y está bien. Nadie tiene porqué enterarse de lo que ocurre contigo, de lo que te afecta, de lo que te duele, mucho menos, entonces, tienen motivos para saber que son las cosas que te hacen polvo... Y tampoco deberían saber cuando no abrir la puerta y dejar que el viento entre y te asuma como suyo...