La tarde estaba verdaderamente espantosa. Afuera había una lluvia fuerte, con viento incluido, que no permitía a nadie salir de casa, excepto a los que trabajaban. Me quedé junto a la ventana, viendo como las calles estaban desiertas, cosa muy rara para un barrio tan concurrido como este y más encima tomando en cuenta que esta era la hora pick de movimiento. Pero el agua que caía desde el oscuro cielo era mucho más poderoso y había logrado detener a todos los transeúntes en sus casas.
El timbre interrumpió mi detallada observación. Abrí la puerta y de inmediato mi buen amigo de la secundaria, a quien todos llamábamos de cariño, Mikey, entró, todo mojado hasta la sala de mi departamento.
-Hola-, le dije, acompañándolo hasta adentro. –Pensé que ya no venías.
-¿Y perderme el sushi?. Estás loca-. Me besó en la mejilla, mientras se quitaba el abrigo negro y la boina celeste, que estaban realmente empapados.
-¿Cómo está Donna?-, pregunté, haciendo referencia a su madre, la cual me tenía mucho cariño, ya que había sido allegada a la familia desde que éramos unos preadolescentes.
-Bien. Te manda saludos y cariños y dice que vayas el domingo a almorzar con nosotros-, contestó Mikey, sentándose en el taburete de la cocina americana.
-Ok-, musité, en forma de respuesta.
-¿Irás o no?-, insistió él. Su mirada se había clavado fija sobre mis ojos. Él intentaba intimidarme, pero, con mucha seguridad, yo podía decir que ya no lo lograba como antes.
-¿Estará tu simpático y humilde hermanito?-, interrogué una vez más. Y es que era bien sabido que de todos los años que conocía a Mikey, jamás había podido congeniar con Gerard, su hermano. Para mi, él era el tipo más vil y despreciable de esta tierra... era un arrogante y egocéntrico, que además creía que yo andaba loca por él. Y eso era lo que más me molestaba de tenerlo cerca... el idiota, cada vez que podía, me coqueteaba e intentaba seducirme. Llevaba más de 10 años intentando algo conmigo, pero yo jamás le había dado ni la más mínima importancia.... Para él, todo era un juego, todo se reducía a “la emoción de la cacería”, en tanto para mí, el rechazarlo una y otra vez era lo divertido... Me sentía muy poderosa al ser la único que se le negaba y que además no tenía miedo de recordarle, cada vez que se me daba la posibilidad, la porquería de persona que era.
-Claro que si, Kim-, respondió mi amigo, un poco apenado por bajarme de la nube de ensueño en la que estaba, pensando que Gerard no estaría en el almuerzo. –Hazlo por mamá, tu sabes que eres su favorita-, agregó después. Fui detrás del mesón y comencé a servirnos la comida...sushi... plato que ambos teníamos por favorito y que ambos habíamos descubierto juntos durante nuestros días de adolescentes... después de que lo probamos por primera vez, nos hicimos adictos y convertimos en un ritual el juntarnos los viernes por la tarde a comer sushi en nuestras casas. Ahora que él era parte de la banda de su hermano, ya no teníamos tanto tiempo como antes, y casi no nos veíamos, pero aún así manteníamos vigente nuestra tradición, por llamarla de alguna forma, y apenas él ponía un pie en New Jersey nos juntábamos a comer y a conversar por muchas horas.
-Alicia se enojó un poco, porque la dejé sola-, comentó Mikey, luego de tragarse su último pedazo de sushi. Lo miré y me puse a reír.
-¿Y porqué no la trajiste?¿No le gusta el sushi?-, le pregunté después, cuando ya había logrado contener mi risa.
-Lo adora, pero es que esto-, dijo, señalando la comida y el ambiente, en general. –Esto es algo solo de nosotros y no quisiera que ella se involucre.
-Pero, Mikey, ella es tu esposa ahora, y no tiene nada de malo que comparta contigo.
-No, Kim, no la voy a traer. Ella no quiere venir porque le interesa pasar un rato agradable con nosotros, sino porque Gerard le ha estado diciendo que nosotros fuimos novios en la secundaria.
-Tu hermano es la escoria más grande de este mundo-, repuse, con evidente enojo. Ahora podía ver con claridad aquellos días en la secundaria cuando corrían fuerte los rumores de que él era mi novio... Y también para ese tiempo, había sido el mismo Gerard el que había puesto a circular esos rumores. Claro que esa vez, él lo había hecho para llamar mi atención.
-Pero es mi hermano-, contestó Mikey. Recogí los platos de la mesa y los llevé hasta el fregadero, en donde comencé a lavarlos, mientras él me miraba desde su asiento.
-¿Sabes?-, dije, volteándome hacia él. –Voy a ir el domingo a tu casa. Así aprovecho de hablar con Alicia y de aclarar un par de cosas con tu hermanito.
Mikey se fue cerca de las 11 de la noche... creo que eso le daría más celos a su esposa y de seguro que esa noche iban a pelear, porque no en vano Gerard le había inyectado su veneno a la pobre chica.
El domingo me levanté temprano y dejé hecho todas mis labores hogareñas. Lavé mi ropa, hice aseo, limpié, ordené mi pieza... y otras cosas más. Así, para las doce del día ya me estaba encaminando a la casa de mi amigo, a la cual había sido invitada para almorzar. Estacioné mi auto, justo detrás del de Gerard, lo que no fue precisamente una alegría de ver y luego entre hasta la casa. Toqué la puerta y al rato salió Alicia. Me saludó igual que siempre, nada había cambiado en ella, así que supuse que ya Mikey había aclarado las cosas... una cosa menos de que ocuparme. En la sala, estaba Gerard sentado en el sofá, justo mirando hacia la puerta, de manera que no hubo forma de evitarlo.
-Pero si acaba de llegar la causante de mi insomnio-, dijo él, poniéndose de pie. Conociéndolo, sabía bien que eso había sido una broma, pero ese tipo de cosas, saliendo de esa boca tan venenosa, no tenían ni un poco de gracia. –Qué linda estás, Kim-, agregó después, mientras, de seguro, me desvestía en su mente.
-Si no fueras la basura que eres, me acostaría contigo-, le contesté, con una gran sonrisa falsa en los labios.
-¿En serio?-. Sus ojos adquirieron una tonalidad media brillante en cuanto terminé de decir eso y no pude evitar soltar una carcajada.
-No-, dije después, aún con la risa conteniéndola en la boca del estómago. –No podría caer tan bajo-. Había terminado de decir eso cuando Mikey y Donna aparecieron desde la cocina. Ambos me saludaron con gusto, especialmente Donna, ya que hacía un buen tiempo que no me había visto... algo así como seis meses. Lo que para las dos era mucho tiempo.
-Necesito hablar contigo-, le murmuré a Gerard, que no se había apartado de mi lado, de manera provocativa, disfrutando su repentino cambio de humor.
-¿En mi pieza?-, musitó en mi oído, dándoselas de conquistador.
-Donde sea-. Él se excusó, me tomó del brazo y me llevó hasta su habitación. Yo iba riéndome en mi interior, burlándome de las expectativas que Gerard tenía de nuestra conversación. Apenas había entrado, cuando él cerró la puerta y con llave. Luego se sentó sobre su cama y esperó a que yo comenzara a hablar.
-Si vuelves a inventar historias estúpidas para que Alicia pelee con Mikey, te prometo que te vas a arrepentir-, amenacé, enojada, dispuesta a golpearlo si era necesario. En situaciones como estas uno siempre recuerda todas las cosas que te ha hecho pasar la persona que tienes en frente, y te cargas más aún de rencor y odio.
-¿Por qué no vienes acá y dejas de fingir que no te gusto?-, respondió, pasando su mano por sobre la cama. Tenía esa expresión de triunfo, de ganador que yo tanto odiaba.
-Yo jamás me involucraría con una basura como tu-, contesté. Él se puso de pie y caminó hasta quedar muy cerca de mi cuerpo. Hace tanto tiempo que intentaba sacarme un beso, pero jamás lo había obtenido... eso me hacía tener cierto poder sobre él, algo que me llenaba de satisfacción en mi interior.
-No me importa que me recuerdes lo que soy, pero ¿Por qué sigues negando que darías lo que fuera por revolcarte conmigo?
-Por favor-, entoné con sarcasmo, a punto de quedarme sin aire entre mis propias carcajadas. –El único que lleva años suplicando por eso, eres tu. Yo jamás te habría dirigido la palabra si no fuera por Mikey.
-Claro!. No podemos olvidarnos del lindo y simpático Michael Way, no?
-La envidia te está consumiendo lentamente, cierto?. Si no fueras una lacra ya estarías casado.
-Pero lo soy y qué?. Tu crees que necesito una esposa, siendo que puedo acostarme con una distinta cada noche?
-Lo que necesitas en sentar cabeza, idiota. Tienes que dejar de andar haciéndole daño a personas que son más felices que tu, solo porque te dan envidia...
-Cásate conmigo-, me interrumpió. Al principio yo me quedé callada, pero luego me vino un ataque de risa que no pude controlar, a pesar de que lo intenté. Pensé que esa era la única broma salida de su boca que había provocado que yo me ría tanto, pero él estaba serio, incluso pude notar que estaba sentido por mi reacción, así que hice un buen esfuerzo y me calmé. –Es en serio-, agregó.
-¿Qué te hace pensar que yo me casaría con alguien a quien odio?
-Eres perfecta. Mira, si el matrimonio no funciona no importa, porque tu no saldrás dolida ni herida, porque me odias demasiado como para preocuparte por mi.
-¿Y yo por qué haría eso?
-Es un favor que me harás-, contestó Gerard, tomándome el rostro con ambas manos. Me quedé mirándolo fijo a los ojos, que me suplicaban muy sinceramente que yo accediera. Pero ¿cómo yo le iba a decir que si? ¿Cómo me iba a casar con él?. Era algo tonto y muy ilógico... Sin embargo, solo por una fracción de segundo lo consideré y... error!
-Está bien-, dije. Él sonrió y luego me dio un beso. Yo no reaccioné, no me negué, solo dejé que él paseara su lengua por dentro mi boca como si nada. ¿Qué pasaba conmigo?. Gerard comenzó a quitarme la polera y yo le seguí, sacándosela también. Paseé mis manos por su pecho desnudo y lo besé en el cuello, en los hombros... Me tiró a la cama y se puso sobre mi, solo para quitarme el pantalón. Lo estaba desabrochando, cuando reaccioné y me levanté.
-Esto es totalmente ridículo-, comenté, abrochándome el pantalón nuevamente. –Yo te detesto-, añadí después, mientras me colocaba la polera.
-Kim, terminemos esto y luego hacemos que no pasó nada, por favor.
Me negué y salí rápido de la habitación, ordenando mi cabello y mi ropa, para que fuera como que no había pasado nada. Estaba muy confundida en ese momento... En el fondo, yo deseaba que eso pasara, pero no podía hacerlo... iba en contra de lo que siempre había dicho... A decir verdad, era tanto el desprecio que sentía por él, que ya se había convertido en algo prohibido para mi, y, como saben, uno siempre siente cierta atracción por lo prohibido.
Llegué a la cocina y me planté en la puerta, esperando que alguno de ellos reaccionara... dijera algo, hiciera algún gesto o algo... pero nada. En eso sentí una mano en mi cintura y cuando giré mi cabeza para ver quien era, descubrí a Gerard, el cual me besó en los labios enfrente de todos. ¿Qué iba a hacer?. Yo misma era la culpable de aquella situación... Si no me hubiera dejado llevar, él jamás se iba a creer con el derecho de hacerme esas cosas.
-¿Nos perdimos de algo?-, preguntó Mikey, extrañado por mi falta de respuesta al gesto de su hermano.
-Te dije que Kim estaba loca por mi-, respondió Gerard, tomándome la mano y sonriendo como si se hubiera anotado una gran victoria.
-Ya quisieras-, dije por mi parte. Me solté de su mano y caminé de manera arrogante hasta la mesa, sentándome al lado de Alicia, la que, junto a Mikey y Donna, comenzaron a reírse de la situación. Gerard me miró extrañado y hasta con un poco de vergüenza... Era la primera vez que lo hacían quedar en ridículo delante de alguien, lo que no le causó ni un poco de gracia, pero yo estaba muy orgullosa de haberlo logrado, así que no le di importancia a su reacción. A medida que el almuerzo avanzaba fui viendo como las miradas del hermano de Mikey se iban haciendo más insistentes y fastidiosas... En poco tiempo me di cuenta que él estaba planeando algo en mi contra... Y así fue. Ya casi había terminado de comer, cuando él se puso de pie e intentó servirme más vino en mi copa, pero en vez de eso lo derramó encima de mi polera, manchándomela completa.
-Disculpa-, dijo, casi riéndose por su “gran” hazaña. Lo miré con odio, pero a esas alturas eso no servía de nada. Traté de limpiarla con una servilleta, pero fue en vano, mi polera favorita ya estaba absolutamente inservible. –Ven, te pasaré algo-, añadió Gerard, estirando su mano para que yo lo siguiera. Salí tras él... si quería guerra, guerra le iba a dar. Me hizo entrar en su pieza otra vez y cerró la puerta con llave, de nuevo.
-Acabas de arruinar la polera que tu hermano me regaló para mi cumpleaños-, dije, roja de ira. En ese momento solo quería partirle la cara de un golpe, pero por algún motivo me estaba controlando.
-Acabas de ridiculizarme delante de mi familia-, alegó él, lanzándome una polera en el rostro.
-Oh-, exclamé, con una maliciosa sonrisa en la cara. –Para que sientas lo que es ser humillado.
-¿Querías darme una lección?. Al terminar de decir esto, se acercó a mi y comenzó a jalarme la polera muy bruscamente.
-Con que de eso se trata!-, exclamé yo, quitándome también el corpiño, una vez que él ya había logrado despojarme de mi polera. –Mira todo lo que puedas, porque jamás vas a poder tenerlo.
-Eso es lo que tu dices-, contestó Gerard, acorralándome contra la cama. Él estaba besándome y, a pesar de que yo me estaba negando, no me lo podía sacar de encima. Lo golpeé para que se quitara, pero él no se movía y seguía dándome besos a la fuerza. Bajé mi mano hasta su entrepierna y le desabroché el pantalón. Así, una vez que él ya estaba solo con su boxer, le agarré su miembro y lo apreté con fuerza.
-Y la próxima vez que quieras coger con alguien, trata de que no sea yo-. Gerard estaba casi aullando de dolor, pero por fin había logrado que se saliera de encima. Me puse el corpiño y luego la polera que él me había tirado en la cara e iba a salir, cuando él volvió a molestar y me abrazó desde atrás, corriendo sus manos por todo mi abdomen hasta que encontró el botón que mantenía cerrado mi jeans y empezó a abrirlo.
-Gerard-, susurré, volteándome hacia él. –En este momento estoy demasiado caliente, pero ni por eso voy a acostarme contigo-, le dije antes de empujarlo.
Salí de su pieza y fue hasta la cocina, en donde Donna estaba lavando la vajilla y Alicia ordenaba la mesa y limpiaba los puestos que cada uno había ocupado. Mikey notó inmediatamente que algo había pasado, así que me llevó hasta la sala para poder hablar conmigo sin que nadie más pudiera oír.
-Tienes desabrochado tu pantalón-, comentó mientras me arreglaba el cabello, el que, al parecer, también estaba muy desordenado.
-Me voy a ir a casa-, dije yo, cerrando el botón de mi jeans.
-¿Qué te hizo Gee?
-Lo mismo de siempre-, respondí, sonriéndole a mi amigo, al que quería tanto, para que no preocupara demás por algo tan tonto como las ganas que me tenía su hermano.
-Debes ponerle punto final a ese asunto, Kim. No quiero que Gerard termine haciendo una locura en tu contra...
-Lo voy a hacer, Mikey, no te preocupes-, lo interrumpí, acariciándole la cara. Luego lo abracé y me despedí, lista para volverme a casa.
Ya era mitad de semana y la noche se me hacía muy larga, porque estaba pasando por una pequeña crisis de insomnio... eso era típico en mi desde que tenía 15 años... cada vez que tenía que hacer algo importante en el trabajo no podía conciliar el sueño bajo ninguna circunstancias... Bueno, la cosa es que yo estaba mirando televisión, acompañada de una cerveza y una pizza, muy relajada (eran las 2 de la madrugada y la televisión a esa hora era una absoluta basura, pero ¿Qué más podría hacer?. Lo único que me quedaba era hacer tiempo hasta que amaneciera y tuviera que volver a trabajar) y alguien llamó a la puerta. Corrí hasta ella y la abrí con entusiasmo, sin siquiera sospechar la sorpresa que me iba a encontrar.
-¿Qué estás haciendo acá?-, pregunté, casi horrorizada por descubrir quien esperaba por mi.
-Olvidaste tu polera en mi pieza-, respondió él, sacando desde su abrigo la polera que él mismo había manchado con vino el domingo durante el almuerzo en su casa. Antes de que yo le contestara, Gerard ya se había metido hasta la sala de mi departamento, así que no me quedó otra que cerrar la puerta y seguirlo. –Kim, quiero llevarme bien contigo. Podemos intentarlo-, añadió luego, con una humildad insólita en su voz. Por un momento pensé que quizás era una de esas tontas bromas que él acostumbraba a hacer, o que quizás era parte de algún tipo de venganza por dañarle a su “amigo” en mi intento de sacármelo de encima. –Lo digo en serio-, dijo, al notar mi expresión de duda.
-Tu sabes que es imposible que nos llevemos bien a estas alturas de nuestras vidas. Ósea, piénsalo-, contesté yo, seria, mucho más seria de lo normal. –Nunca te he soportado, me caes mal y lo sabes. Y yo tampoco soy de tu agrado... Llevas como diez años buscando un pretexto para que me aleje de ti y de tu hermano, sobre todo de tu hermano.
-¿Nunca lo notaste? ¿Nunca te diste cuenta de que estaba celoso de Mikey, de que él pudiera abrazarte todos los días, mientras yo solo me tenía que conformar con tu odio?-. Me quedé callada... ¿Gerard Way, el altanero y ególatra, me estaba declarando su amor?. Oh, por dios! Que estupidez era esa?. Imposible... pero si... si podía ser real... Me reí nerviosa. –Kim, yo... yo... te ... te amo-, dijo finalmente, sonrojado. Si mi memoria no me jugaba una mala pasada, esa era la primera vez que escucharlo hablar había sonado tan dulce para mis oídos... se sentía bien... era genial poder escuchar como alguien a quién odias tanto te declara un sentimiento como el amor. Seguí riéndome, casi burlándome de él.
-Disculpa que me ría, pero es que jamás pensé que te iba a oír decir algo así. De hecho no pensé que tu pudieras llegar a querer a alguien más que a ti...
-Eres la misma mierda que yo-, habló Gerard, levantando la vista con odio. Pero ¿Qué esperaba?... Yo no iba a correr para besarlo o algo así... era normal que yo creyera que era gracioso. –Te estoy diciendo la verdad y te burlas de mi, no entiendo como eres capaz de juzgarme...
-¿Quién eres y qué hiciste con Gerard Way?-, pregunté con ironía. No tenía idea que pasaba conmigo, que no podía ponerme seria. Noté que él ya estaba enrojeciendo de ira, pero aún así no podía controlar mi boca... era mi protección... no sé... mi forma de mantenerme alejada de las cosas... el maldito sarcasmo.
-Voy a ir al grano-. Él había vuelto a ser el mismo arrogante de siempre y atrás quedó el rubor de sus mejillas. –Yo no vine hasta aquí a humillarme para irme sin nada-, repuso, acariciándome el cabello de manera bastante provocativa y hablando muy bajo, casi susurrando. Me corrí y quité sus manos de mi cabeza.
-No vas a conseguir nada de mi, Gerard, así que puedes regresarte por donde entraste-, le respondí, abriendo la puerta de mi departamento, hasta la que había caminado rápidamente. Él fue hacia mi y, luego de tomarme la mano con la que sujetaba la puerta, la cerró, empujándola con su pie. Llevó sus manos a cintura y me empezó a besar en el cuello. Yo no lo detuve... si, era cierto... no podía evitar sentir cierta atracción hacia el idiota ese, y a veces no controlaba a mis hormonas, las cuales deseaban fervientes pasar a algo más con Gerard. Yo sabía que estaba mal dejarme besar por él, porque luego se tomaría la confianza que jamás le había dado, pero había sonado tan sincero al decir que me amaba que decidí darle una oportunidad... Me abracé a su cuello y subí mi pierna hasta su pelvis, al momento que le quitaba el abrigo y la polera.
El timbre interrumpió mi detallada observación. Abrí la puerta y de inmediato mi buen amigo de la secundaria, a quien todos llamábamos de cariño, Mikey, entró, todo mojado hasta la sala de mi departamento.
-Hola-, le dije, acompañándolo hasta adentro. –Pensé que ya no venías.
-¿Y perderme el sushi?. Estás loca-. Me besó en la mejilla, mientras se quitaba el abrigo negro y la boina celeste, que estaban realmente empapados.
-¿Cómo está Donna?-, pregunté, haciendo referencia a su madre, la cual me tenía mucho cariño, ya que había sido allegada a la familia desde que éramos unos preadolescentes.
-Bien. Te manda saludos y cariños y dice que vayas el domingo a almorzar con nosotros-, contestó Mikey, sentándose en el taburete de la cocina americana.
-Ok-, musité, en forma de respuesta.
-¿Irás o no?-, insistió él. Su mirada se había clavado fija sobre mis ojos. Él intentaba intimidarme, pero, con mucha seguridad, yo podía decir que ya no lo lograba como antes.
-¿Estará tu simpático y humilde hermanito?-, interrogué una vez más. Y es que era bien sabido que de todos los años que conocía a Mikey, jamás había podido congeniar con Gerard, su hermano. Para mi, él era el tipo más vil y despreciable de esta tierra... era un arrogante y egocéntrico, que además creía que yo andaba loca por él. Y eso era lo que más me molestaba de tenerlo cerca... el idiota, cada vez que podía, me coqueteaba e intentaba seducirme. Llevaba más de 10 años intentando algo conmigo, pero yo jamás le había dado ni la más mínima importancia.... Para él, todo era un juego, todo se reducía a “la emoción de la cacería”, en tanto para mí, el rechazarlo una y otra vez era lo divertido... Me sentía muy poderosa al ser la único que se le negaba y que además no tenía miedo de recordarle, cada vez que se me daba la posibilidad, la porquería de persona que era.
-Claro que si, Kim-, respondió mi amigo, un poco apenado por bajarme de la nube de ensueño en la que estaba, pensando que Gerard no estaría en el almuerzo. –Hazlo por mamá, tu sabes que eres su favorita-, agregó después. Fui detrás del mesón y comencé a servirnos la comida...sushi... plato que ambos teníamos por favorito y que ambos habíamos descubierto juntos durante nuestros días de adolescentes... después de que lo probamos por primera vez, nos hicimos adictos y convertimos en un ritual el juntarnos los viernes por la tarde a comer sushi en nuestras casas. Ahora que él era parte de la banda de su hermano, ya no teníamos tanto tiempo como antes, y casi no nos veíamos, pero aún así manteníamos vigente nuestra tradición, por llamarla de alguna forma, y apenas él ponía un pie en New Jersey nos juntábamos a comer y a conversar por muchas horas.
-Alicia se enojó un poco, porque la dejé sola-, comentó Mikey, luego de tragarse su último pedazo de sushi. Lo miré y me puse a reír.
-¿Y porqué no la trajiste?¿No le gusta el sushi?-, le pregunté después, cuando ya había logrado contener mi risa.
-Lo adora, pero es que esto-, dijo, señalando la comida y el ambiente, en general. –Esto es algo solo de nosotros y no quisiera que ella se involucre.
-Pero, Mikey, ella es tu esposa ahora, y no tiene nada de malo que comparta contigo.
-No, Kim, no la voy a traer. Ella no quiere venir porque le interesa pasar un rato agradable con nosotros, sino porque Gerard le ha estado diciendo que nosotros fuimos novios en la secundaria.
-Tu hermano es la escoria más grande de este mundo-, repuse, con evidente enojo. Ahora podía ver con claridad aquellos días en la secundaria cuando corrían fuerte los rumores de que él era mi novio... Y también para ese tiempo, había sido el mismo Gerard el que había puesto a circular esos rumores. Claro que esa vez, él lo había hecho para llamar mi atención.
-Pero es mi hermano-, contestó Mikey. Recogí los platos de la mesa y los llevé hasta el fregadero, en donde comencé a lavarlos, mientras él me miraba desde su asiento.
-¿Sabes?-, dije, volteándome hacia él. –Voy a ir el domingo a tu casa. Así aprovecho de hablar con Alicia y de aclarar un par de cosas con tu hermanito.
Mikey se fue cerca de las 11 de la noche... creo que eso le daría más celos a su esposa y de seguro que esa noche iban a pelear, porque no en vano Gerard le había inyectado su veneno a la pobre chica.
El domingo me levanté temprano y dejé hecho todas mis labores hogareñas. Lavé mi ropa, hice aseo, limpié, ordené mi pieza... y otras cosas más. Así, para las doce del día ya me estaba encaminando a la casa de mi amigo, a la cual había sido invitada para almorzar. Estacioné mi auto, justo detrás del de Gerard, lo que no fue precisamente una alegría de ver y luego entre hasta la casa. Toqué la puerta y al rato salió Alicia. Me saludó igual que siempre, nada había cambiado en ella, así que supuse que ya Mikey había aclarado las cosas... una cosa menos de que ocuparme. En la sala, estaba Gerard sentado en el sofá, justo mirando hacia la puerta, de manera que no hubo forma de evitarlo.
-Pero si acaba de llegar la causante de mi insomnio-, dijo él, poniéndose de pie. Conociéndolo, sabía bien que eso había sido una broma, pero ese tipo de cosas, saliendo de esa boca tan venenosa, no tenían ni un poco de gracia. –Qué linda estás, Kim-, agregó después, mientras, de seguro, me desvestía en su mente.
-Si no fueras la basura que eres, me acostaría contigo-, le contesté, con una gran sonrisa falsa en los labios.
-¿En serio?-. Sus ojos adquirieron una tonalidad media brillante en cuanto terminé de decir eso y no pude evitar soltar una carcajada.
-No-, dije después, aún con la risa conteniéndola en la boca del estómago. –No podría caer tan bajo-. Había terminado de decir eso cuando Mikey y Donna aparecieron desde la cocina. Ambos me saludaron con gusto, especialmente Donna, ya que hacía un buen tiempo que no me había visto... algo así como seis meses. Lo que para las dos era mucho tiempo.
-Necesito hablar contigo-, le murmuré a Gerard, que no se había apartado de mi lado, de manera provocativa, disfrutando su repentino cambio de humor.
-¿En mi pieza?-, musitó en mi oído, dándoselas de conquistador.
-Donde sea-. Él se excusó, me tomó del brazo y me llevó hasta su habitación. Yo iba riéndome en mi interior, burlándome de las expectativas que Gerard tenía de nuestra conversación. Apenas había entrado, cuando él cerró la puerta y con llave. Luego se sentó sobre su cama y esperó a que yo comenzara a hablar.
-Si vuelves a inventar historias estúpidas para que Alicia pelee con Mikey, te prometo que te vas a arrepentir-, amenacé, enojada, dispuesta a golpearlo si era necesario. En situaciones como estas uno siempre recuerda todas las cosas que te ha hecho pasar la persona que tienes en frente, y te cargas más aún de rencor y odio.
-¿Por qué no vienes acá y dejas de fingir que no te gusto?-, respondió, pasando su mano por sobre la cama. Tenía esa expresión de triunfo, de ganador que yo tanto odiaba.
-Yo jamás me involucraría con una basura como tu-, contesté. Él se puso de pie y caminó hasta quedar muy cerca de mi cuerpo. Hace tanto tiempo que intentaba sacarme un beso, pero jamás lo había obtenido... eso me hacía tener cierto poder sobre él, algo que me llenaba de satisfacción en mi interior.
-No me importa que me recuerdes lo que soy, pero ¿Por qué sigues negando que darías lo que fuera por revolcarte conmigo?
-Por favor-, entoné con sarcasmo, a punto de quedarme sin aire entre mis propias carcajadas. –El único que lleva años suplicando por eso, eres tu. Yo jamás te habría dirigido la palabra si no fuera por Mikey.
-Claro!. No podemos olvidarnos del lindo y simpático Michael Way, no?
-La envidia te está consumiendo lentamente, cierto?. Si no fueras una lacra ya estarías casado.
-Pero lo soy y qué?. Tu crees que necesito una esposa, siendo que puedo acostarme con una distinta cada noche?
-Lo que necesitas en sentar cabeza, idiota. Tienes que dejar de andar haciéndole daño a personas que son más felices que tu, solo porque te dan envidia...
-Cásate conmigo-, me interrumpió. Al principio yo me quedé callada, pero luego me vino un ataque de risa que no pude controlar, a pesar de que lo intenté. Pensé que esa era la única broma salida de su boca que había provocado que yo me ría tanto, pero él estaba serio, incluso pude notar que estaba sentido por mi reacción, así que hice un buen esfuerzo y me calmé. –Es en serio-, agregó.
-¿Qué te hace pensar que yo me casaría con alguien a quien odio?
-Eres perfecta. Mira, si el matrimonio no funciona no importa, porque tu no saldrás dolida ni herida, porque me odias demasiado como para preocuparte por mi.
-¿Y yo por qué haría eso?
-Es un favor que me harás-, contestó Gerard, tomándome el rostro con ambas manos. Me quedé mirándolo fijo a los ojos, que me suplicaban muy sinceramente que yo accediera. Pero ¿cómo yo le iba a decir que si? ¿Cómo me iba a casar con él?. Era algo tonto y muy ilógico... Sin embargo, solo por una fracción de segundo lo consideré y... error!
-Está bien-, dije. Él sonrió y luego me dio un beso. Yo no reaccioné, no me negué, solo dejé que él paseara su lengua por dentro mi boca como si nada. ¿Qué pasaba conmigo?. Gerard comenzó a quitarme la polera y yo le seguí, sacándosela también. Paseé mis manos por su pecho desnudo y lo besé en el cuello, en los hombros... Me tiró a la cama y se puso sobre mi, solo para quitarme el pantalón. Lo estaba desabrochando, cuando reaccioné y me levanté.
-Esto es totalmente ridículo-, comenté, abrochándome el pantalón nuevamente. –Yo te detesto-, añadí después, mientras me colocaba la polera.
-Kim, terminemos esto y luego hacemos que no pasó nada, por favor.
Me negué y salí rápido de la habitación, ordenando mi cabello y mi ropa, para que fuera como que no había pasado nada. Estaba muy confundida en ese momento... En el fondo, yo deseaba que eso pasara, pero no podía hacerlo... iba en contra de lo que siempre había dicho... A decir verdad, era tanto el desprecio que sentía por él, que ya se había convertido en algo prohibido para mi, y, como saben, uno siempre siente cierta atracción por lo prohibido.
Llegué a la cocina y me planté en la puerta, esperando que alguno de ellos reaccionara... dijera algo, hiciera algún gesto o algo... pero nada. En eso sentí una mano en mi cintura y cuando giré mi cabeza para ver quien era, descubrí a Gerard, el cual me besó en los labios enfrente de todos. ¿Qué iba a hacer?. Yo misma era la culpable de aquella situación... Si no me hubiera dejado llevar, él jamás se iba a creer con el derecho de hacerme esas cosas.
-¿Nos perdimos de algo?-, preguntó Mikey, extrañado por mi falta de respuesta al gesto de su hermano.
-Te dije que Kim estaba loca por mi-, respondió Gerard, tomándome la mano y sonriendo como si se hubiera anotado una gran victoria.
-Ya quisieras-, dije por mi parte. Me solté de su mano y caminé de manera arrogante hasta la mesa, sentándome al lado de Alicia, la que, junto a Mikey y Donna, comenzaron a reírse de la situación. Gerard me miró extrañado y hasta con un poco de vergüenza... Era la primera vez que lo hacían quedar en ridículo delante de alguien, lo que no le causó ni un poco de gracia, pero yo estaba muy orgullosa de haberlo logrado, así que no le di importancia a su reacción. A medida que el almuerzo avanzaba fui viendo como las miradas del hermano de Mikey se iban haciendo más insistentes y fastidiosas... En poco tiempo me di cuenta que él estaba planeando algo en mi contra... Y así fue. Ya casi había terminado de comer, cuando él se puso de pie e intentó servirme más vino en mi copa, pero en vez de eso lo derramó encima de mi polera, manchándomela completa.
-Disculpa-, dijo, casi riéndose por su “gran” hazaña. Lo miré con odio, pero a esas alturas eso no servía de nada. Traté de limpiarla con una servilleta, pero fue en vano, mi polera favorita ya estaba absolutamente inservible. –Ven, te pasaré algo-, añadió Gerard, estirando su mano para que yo lo siguiera. Salí tras él... si quería guerra, guerra le iba a dar. Me hizo entrar en su pieza otra vez y cerró la puerta con llave, de nuevo.
-Acabas de arruinar la polera que tu hermano me regaló para mi cumpleaños-, dije, roja de ira. En ese momento solo quería partirle la cara de un golpe, pero por algún motivo me estaba controlando.
-Acabas de ridiculizarme delante de mi familia-, alegó él, lanzándome una polera en el rostro.
-Oh-, exclamé, con una maliciosa sonrisa en la cara. –Para que sientas lo que es ser humillado.
-¿Querías darme una lección?. Al terminar de decir esto, se acercó a mi y comenzó a jalarme la polera muy bruscamente.
-Con que de eso se trata!-, exclamé yo, quitándome también el corpiño, una vez que él ya había logrado despojarme de mi polera. –Mira todo lo que puedas, porque jamás vas a poder tenerlo.
-Eso es lo que tu dices-, contestó Gerard, acorralándome contra la cama. Él estaba besándome y, a pesar de que yo me estaba negando, no me lo podía sacar de encima. Lo golpeé para que se quitara, pero él no se movía y seguía dándome besos a la fuerza. Bajé mi mano hasta su entrepierna y le desabroché el pantalón. Así, una vez que él ya estaba solo con su boxer, le agarré su miembro y lo apreté con fuerza.
-Y la próxima vez que quieras coger con alguien, trata de que no sea yo-. Gerard estaba casi aullando de dolor, pero por fin había logrado que se saliera de encima. Me puse el corpiño y luego la polera que él me había tirado en la cara e iba a salir, cuando él volvió a molestar y me abrazó desde atrás, corriendo sus manos por todo mi abdomen hasta que encontró el botón que mantenía cerrado mi jeans y empezó a abrirlo.
-Gerard-, susurré, volteándome hacia él. –En este momento estoy demasiado caliente, pero ni por eso voy a acostarme contigo-, le dije antes de empujarlo.
Salí de su pieza y fue hasta la cocina, en donde Donna estaba lavando la vajilla y Alicia ordenaba la mesa y limpiaba los puestos que cada uno había ocupado. Mikey notó inmediatamente que algo había pasado, así que me llevó hasta la sala para poder hablar conmigo sin que nadie más pudiera oír.
-Tienes desabrochado tu pantalón-, comentó mientras me arreglaba el cabello, el que, al parecer, también estaba muy desordenado.
-Me voy a ir a casa-, dije yo, cerrando el botón de mi jeans.
-¿Qué te hizo Gee?
-Lo mismo de siempre-, respondí, sonriéndole a mi amigo, al que quería tanto, para que no preocupara demás por algo tan tonto como las ganas que me tenía su hermano.
-Debes ponerle punto final a ese asunto, Kim. No quiero que Gerard termine haciendo una locura en tu contra...
-Lo voy a hacer, Mikey, no te preocupes-, lo interrumpí, acariciándole la cara. Luego lo abracé y me despedí, lista para volverme a casa.
Ya era mitad de semana y la noche se me hacía muy larga, porque estaba pasando por una pequeña crisis de insomnio... eso era típico en mi desde que tenía 15 años... cada vez que tenía que hacer algo importante en el trabajo no podía conciliar el sueño bajo ninguna circunstancias... Bueno, la cosa es que yo estaba mirando televisión, acompañada de una cerveza y una pizza, muy relajada (eran las 2 de la madrugada y la televisión a esa hora era una absoluta basura, pero ¿Qué más podría hacer?. Lo único que me quedaba era hacer tiempo hasta que amaneciera y tuviera que volver a trabajar) y alguien llamó a la puerta. Corrí hasta ella y la abrí con entusiasmo, sin siquiera sospechar la sorpresa que me iba a encontrar.
-¿Qué estás haciendo acá?-, pregunté, casi horrorizada por descubrir quien esperaba por mi.
-Olvidaste tu polera en mi pieza-, respondió él, sacando desde su abrigo la polera que él mismo había manchado con vino el domingo durante el almuerzo en su casa. Antes de que yo le contestara, Gerard ya se había metido hasta la sala de mi departamento, así que no me quedó otra que cerrar la puerta y seguirlo. –Kim, quiero llevarme bien contigo. Podemos intentarlo-, añadió luego, con una humildad insólita en su voz. Por un momento pensé que quizás era una de esas tontas bromas que él acostumbraba a hacer, o que quizás era parte de algún tipo de venganza por dañarle a su “amigo” en mi intento de sacármelo de encima. –Lo digo en serio-, dijo, al notar mi expresión de duda.
-Tu sabes que es imposible que nos llevemos bien a estas alturas de nuestras vidas. Ósea, piénsalo-, contesté yo, seria, mucho más seria de lo normal. –Nunca te he soportado, me caes mal y lo sabes. Y yo tampoco soy de tu agrado... Llevas como diez años buscando un pretexto para que me aleje de ti y de tu hermano, sobre todo de tu hermano.
-¿Nunca lo notaste? ¿Nunca te diste cuenta de que estaba celoso de Mikey, de que él pudiera abrazarte todos los días, mientras yo solo me tenía que conformar con tu odio?-. Me quedé callada... ¿Gerard Way, el altanero y ególatra, me estaba declarando su amor?. Oh, por dios! Que estupidez era esa?. Imposible... pero si... si podía ser real... Me reí nerviosa. –Kim, yo... yo... te ... te amo-, dijo finalmente, sonrojado. Si mi memoria no me jugaba una mala pasada, esa era la primera vez que escucharlo hablar había sonado tan dulce para mis oídos... se sentía bien... era genial poder escuchar como alguien a quién odias tanto te declara un sentimiento como el amor. Seguí riéndome, casi burlándome de él.
-Disculpa que me ría, pero es que jamás pensé que te iba a oír decir algo así. De hecho no pensé que tu pudieras llegar a querer a alguien más que a ti...
-Eres la misma mierda que yo-, habló Gerard, levantando la vista con odio. Pero ¿Qué esperaba?... Yo no iba a correr para besarlo o algo así... era normal que yo creyera que era gracioso. –Te estoy diciendo la verdad y te burlas de mi, no entiendo como eres capaz de juzgarme...
-¿Quién eres y qué hiciste con Gerard Way?-, pregunté con ironía. No tenía idea que pasaba conmigo, que no podía ponerme seria. Noté que él ya estaba enrojeciendo de ira, pero aún así no podía controlar mi boca... era mi protección... no sé... mi forma de mantenerme alejada de las cosas... el maldito sarcasmo.
-Voy a ir al grano-. Él había vuelto a ser el mismo arrogante de siempre y atrás quedó el rubor de sus mejillas. –Yo no vine hasta aquí a humillarme para irme sin nada-, repuso, acariciándome el cabello de manera bastante provocativa y hablando muy bajo, casi susurrando. Me corrí y quité sus manos de mi cabeza.
-No vas a conseguir nada de mi, Gerard, así que puedes regresarte por donde entraste-, le respondí, abriendo la puerta de mi departamento, hasta la que había caminado rápidamente. Él fue hacia mi y, luego de tomarme la mano con la que sujetaba la puerta, la cerró, empujándola con su pie. Llevó sus manos a cintura y me empezó a besar en el cuello. Yo no lo detuve... si, era cierto... no podía evitar sentir cierta atracción hacia el idiota ese, y a veces no controlaba a mis hormonas, las cuales deseaban fervientes pasar a algo más con Gerard. Yo sabía que estaba mal dejarme besar por él, porque luego se tomaría la confianza que jamás le había dado, pero había sonado tan sincero al decir que me amaba que decidí darle una oportunidad... Me abracé a su cuello y subí mi pierna hasta su pelvis, al momento que le quitaba el abrigo y la polera.
-Mejor que sea rápido, porque me voy a arrepentir-, le dije cuando hizo una pausa y me miró directamente a los ojos. Entonces Gerard no perdió el tiempo y me llevó hasta el sillón marrón que estaba pegado a la pared, mirando hacia el estante de libros y me arrojó sobre el, mientras se desabrochaba el pantalón. Yo traté de acomodarme sobre los cojines justo cuando me iba quitando la polera que ocupaba como pijama. Le tomé la cara con ambas manos y lo besé, lo besé como jamás había besado a alguien. Nunca me había sentido tan atraída por alguien, ni siquiera por Frank, con quien había tenido una pequeña aventura hacía unos cinco años, en la cual lo único que nos unía era una pasión que llegaba a quemarnos las entrañas. Pero con Gerard era algo distinto... no podía dejar de odiarlo, pero a la vez amaba sentir sus manos y sus labios recorrerme por completa. Quería que me hiciera suya a toda costa, pero jamás se lo había permitido... no como hoy, en que a pesar de los más de quince minutos que llevaba besándome y descubriendo mi cuerpo, yo no me sentía arrepentida y solo quería que él siguiera y siguiera... Me senté sobre su regazo y con mis piernas formé una especie de cadena alrededor de su cintura, facilitando así la penetración... Empecé a moverme sobre él muy lentamente, sujetándome en sus piernas, mientras sentía como sus labios me atravesaban el cuello y el pecho... como lo odiaba, como aborrecía cada parte de él, como deseaba destruirlo completamente, sin embargo, en aquel momento por única vez sentía que no era tan terrible tenerlo cerca... no quería dejarlo ir, no podía permitir que se marchara y me abandonara... él era tan patéticamente igual a mi y jamás había querido aceptarlo... pero ahora el dulce sabor de sus labios me habían atrapado. El suave movimiento de arriba hacia abajo que yo mantuve por algún tiempo, fue acelerándose, guiado por las manos de Gerard sobre mi cintura, mientras yo le recorría la espalda con la yema de mis dedos, gimiendo junto con él.
-Te amo, Kim-, musitó una y otra vez entre gemidos... Yo no le respondí y solo me abracé a su cuello con más fuerza que antes, pues ya casi terminaba... era increíble todo lo que estaba experimentando mi cuerpo en ese momento, ya que hacía unos buenos seis meses que no me había acostado con nadie y casi se me había olvidado lo bien que se sentía. Los gemidos de Gerard se perdieron en el aire en consecuencia del gran escándalo que yo estaba llevando a cabo, producto del orgasmo al cual habíamos llegado.
Lo miré unos instantes antes de quitarme de encima y vi un brillo bastante inusual en sus ojos verdes, que me dejó sin aliento... creo haber descubierto algo sincero y verdadero en Gerard, algo que ni su maldito ego podría contagiar con la demás basura que lo formaba.
-Ya puede irte-, le dije con decepción en la voz, viendo hacia la puerta. Bajé los ojos hasta el piso, en tanto trataba de cubrirme el cuerpo desnudo con las manos.
-No lo voy a hacer-, respondió él. Tomó mi barbilla con su mano derecha y me besó una vez más, provocándome un cosquilleo en el estómago, semejante al que se describe cuando uno está... oh dios! No es posible... no puedo estar ena... No!... enamorada... –Kim, puedes dejar de lado tu odio y darme una oportunidad-, añadió luego, pasándome sus manos con delicadeza por el rostro. Su cuerpo se levantaba justo a mi lado, haciéndome sentir protegida.
-No le vamos a decir a nadie-, contesté, cerrando los ojos, un poco aturdida entre mis propios pensamientos. Inmediatamente me recosté sobre él y llevé mis dedos hacia su cabello negro, que le llegaba hasta los hombros. –Si alguien se entera te voy a hacer daño-, añadí después, sonriéndole.
-No se va a enterar nadie, mi amor-. Gerard acercó su cabeza hasta la mía y me dio un suave beso que me transportó a aquel paraíso perfecto en que no existe nada más que tu y él, amándose tan puramente...
Apenas abrí los ojos noté que nada había sido un sueño... Sentí como él jugueteaba con mi cabello rojizo mientras me miraba atentamente, velando que nada pudiera interrumpir mi sueño... No les voy a mentir, jamás había disfrutado tanto al sentirlo cerca.
-Tienes el sueño pesado-, susurró, para que no me despertara tan bruscamente, ya que yo recién me estaba estirando. Lo observé unos momentos, dándome cuenta de que él estaba desnudo igual que yo, pero me tenía sujeta a su cuerpo con una de sus manos... creo que no durmió en toda la noche, porque analizando la situación, me resulta imposible que yo haya dormido sobre él y no me haya caído, a menos que él hubiese cuidado de que eso no pasara.
-¿Qué te paso?-, le pregunté, acariciándole las mejillas.
-¿A qué te refieres?
-Te conozco desde que tengo 14 años y siempre te consideré una basura como persona, pero en este momento estoy encima de ti y te estoy haciendo cariño.
-¿Será porque estoy tan locamente enamorado de ti, que puedo dejar de ser una mierda cuando estoy a tu lado?-, dijo Gerard, antes de besarme. Le sonreí una vez que me dejó y me bajé de donde estaba, para recoger mi ropa y darme un baño. Él me siguió y entró conmigo para que nos ducháramos juntos.
A la media hora después estábamos en la cocina de mi departamento, desayunando como si siempre hubiéramos sido cercanos... reíamos al recordar ciertas cosas que nos habían pasado y que nos habíamos hecho solo para molestarnos.
-Lamento haber arruinado la polera que Mikey te regaló-, me dijo, una vez que llegamos a nuestra pelea más reciente.
-Y yo lamento haber apretado tu...-. Me detuve, un poco sonrojada al recordar aquel incidente.
-Bueno, al menos aún funciona-, contestó Gerard, tomándome la mano, como gesto de que ya estaba disculpada.
-En una hora vuelvo a ser la misma de siempre-, dije, luego de mirar la hora en mi teléfono celular. Gerard se puso de pie y vino hasta mi para besarme.
-Pasemos el día juntos-, susurró, apenas separando su boca de la mía.
-No puedo, tengo que trabajar.
-Yo arreglo eso. Pasemos el día juntos.
-No puedo. Tengo que volver a ser la misma mierda de siempre. Esa que te odia-, le sonreí y él también hizo lo mismo, pero después me tomo la mano y me abrazó.
-Que espere para mañana-. Agarró mi rostro y comenzó a besarme... con mi mano izquierda corrí las tazas que estaban encima de la mesa y me incliné hacia atrás, arqueando la espalda... Ese día no debí vestirme, porque me demoraba más en hacerlo que Gerard ya me la quitaba... Primero ahí en el comedor, luego en el baño, en la sala y más en la tarde nos fuimos a mi dormitorio, en donde pasamos hasta la mañana siguiente; besándonos, tocándonos, haciendo el amor. “¿Qué mierda estas haciendo?”, me preguntaba a mi misma una y otra vez sin ser capaz de darme una buena respuesta, sin poder explicar como de la nada había florecido un amor por Gerard Way que me dominaba tan completamente hasta llegar a cegarme y no ver las consecuencias de mis actos.
Abrí mis ojos y yo seguía en la misma posición de la noche anterior. Con la cabeza sobre su hombro, abrazándolo y con mi pierna derecha hasta más arriba de su miembro. Él continuaba dormido, se veía tan hermoso, tan tranquilo, solo en ese momento me puse a reflexionar que había estado ciega durante una eternidad al no notar la perfección de cada una de la líneas que formaban aquel espectacular rostro... parecía como si un talentoso artesano hubiera tomado un pedazo de mármol blanco y hubiera esculpido un rostro perfecto... y el resultado de ese maravilloso trabajo era Gerard Way.
-¿Tenía la boca abierta?-, preguntó Gerard, aún soñoliento y apenas abriendo los verdes ojos.
-Te la hubiera cerrado con un beso-, le contesté antes de besarle la mejilla y abrazarlo más fuerte que hacía un rato. Él hizo un brusco movimiento y quedó sobre mi, comenzando a pasar sus tibios labios sobre mi cuerpo desnudo. –Hoy si trabajo, Gerard-, dije, al momento que me lo sacaba de encima e intentaba levantarme para ir al baño.
-¿Podré venir esta noche?-, peguntó él, cuando yo ya estaba en el primer piso, pero él continuaba en el segundo.
-Puedes venir todas las noches que quieras.
-Te amo, Kim-, musitó una y otra vez entre gemidos... Yo no le respondí y solo me abracé a su cuello con más fuerza que antes, pues ya casi terminaba... era increíble todo lo que estaba experimentando mi cuerpo en ese momento, ya que hacía unos buenos seis meses que no me había acostado con nadie y casi se me había olvidado lo bien que se sentía. Los gemidos de Gerard se perdieron en el aire en consecuencia del gran escándalo que yo estaba llevando a cabo, producto del orgasmo al cual habíamos llegado.
Lo miré unos instantes antes de quitarme de encima y vi un brillo bastante inusual en sus ojos verdes, que me dejó sin aliento... creo haber descubierto algo sincero y verdadero en Gerard, algo que ni su maldito ego podría contagiar con la demás basura que lo formaba.
-Ya puede irte-, le dije con decepción en la voz, viendo hacia la puerta. Bajé los ojos hasta el piso, en tanto trataba de cubrirme el cuerpo desnudo con las manos.
-No lo voy a hacer-, respondió él. Tomó mi barbilla con su mano derecha y me besó una vez más, provocándome un cosquilleo en el estómago, semejante al que se describe cuando uno está... oh dios! No es posible... no puedo estar ena... No!... enamorada... –Kim, puedes dejar de lado tu odio y darme una oportunidad-, añadió luego, pasándome sus manos con delicadeza por el rostro. Su cuerpo se levantaba justo a mi lado, haciéndome sentir protegida.
-No le vamos a decir a nadie-, contesté, cerrando los ojos, un poco aturdida entre mis propios pensamientos. Inmediatamente me recosté sobre él y llevé mis dedos hacia su cabello negro, que le llegaba hasta los hombros. –Si alguien se entera te voy a hacer daño-, añadí después, sonriéndole.
-No se va a enterar nadie, mi amor-. Gerard acercó su cabeza hasta la mía y me dio un suave beso que me transportó a aquel paraíso perfecto en que no existe nada más que tu y él, amándose tan puramente...
Apenas abrí los ojos noté que nada había sido un sueño... Sentí como él jugueteaba con mi cabello rojizo mientras me miraba atentamente, velando que nada pudiera interrumpir mi sueño... No les voy a mentir, jamás había disfrutado tanto al sentirlo cerca.
-Tienes el sueño pesado-, susurró, para que no me despertara tan bruscamente, ya que yo recién me estaba estirando. Lo observé unos momentos, dándome cuenta de que él estaba desnudo igual que yo, pero me tenía sujeta a su cuerpo con una de sus manos... creo que no durmió en toda la noche, porque analizando la situación, me resulta imposible que yo haya dormido sobre él y no me haya caído, a menos que él hubiese cuidado de que eso no pasara.
-¿Qué te paso?-, le pregunté, acariciándole las mejillas.
-¿A qué te refieres?
-Te conozco desde que tengo 14 años y siempre te consideré una basura como persona, pero en este momento estoy encima de ti y te estoy haciendo cariño.
-¿Será porque estoy tan locamente enamorado de ti, que puedo dejar de ser una mierda cuando estoy a tu lado?-, dijo Gerard, antes de besarme. Le sonreí una vez que me dejó y me bajé de donde estaba, para recoger mi ropa y darme un baño. Él me siguió y entró conmigo para que nos ducháramos juntos.
A la media hora después estábamos en la cocina de mi departamento, desayunando como si siempre hubiéramos sido cercanos... reíamos al recordar ciertas cosas que nos habían pasado y que nos habíamos hecho solo para molestarnos.
-Lamento haber arruinado la polera que Mikey te regaló-, me dijo, una vez que llegamos a nuestra pelea más reciente.
-Y yo lamento haber apretado tu...-. Me detuve, un poco sonrojada al recordar aquel incidente.
-Bueno, al menos aún funciona-, contestó Gerard, tomándome la mano, como gesto de que ya estaba disculpada.
-En una hora vuelvo a ser la misma de siempre-, dije, luego de mirar la hora en mi teléfono celular. Gerard se puso de pie y vino hasta mi para besarme.
-Pasemos el día juntos-, susurró, apenas separando su boca de la mía.
-No puedo, tengo que trabajar.
-Yo arreglo eso. Pasemos el día juntos.
-No puedo. Tengo que volver a ser la misma mierda de siempre. Esa que te odia-, le sonreí y él también hizo lo mismo, pero después me tomo la mano y me abrazó.
-Que espere para mañana-. Agarró mi rostro y comenzó a besarme... con mi mano izquierda corrí las tazas que estaban encima de la mesa y me incliné hacia atrás, arqueando la espalda... Ese día no debí vestirme, porque me demoraba más en hacerlo que Gerard ya me la quitaba... Primero ahí en el comedor, luego en el baño, en la sala y más en la tarde nos fuimos a mi dormitorio, en donde pasamos hasta la mañana siguiente; besándonos, tocándonos, haciendo el amor. “¿Qué mierda estas haciendo?”, me preguntaba a mi misma una y otra vez sin ser capaz de darme una buena respuesta, sin poder explicar como de la nada había florecido un amor por Gerard Way que me dominaba tan completamente hasta llegar a cegarme y no ver las consecuencias de mis actos.
Abrí mis ojos y yo seguía en la misma posición de la noche anterior. Con la cabeza sobre su hombro, abrazándolo y con mi pierna derecha hasta más arriba de su miembro. Él continuaba dormido, se veía tan hermoso, tan tranquilo, solo en ese momento me puse a reflexionar que había estado ciega durante una eternidad al no notar la perfección de cada una de la líneas que formaban aquel espectacular rostro... parecía como si un talentoso artesano hubiera tomado un pedazo de mármol blanco y hubiera esculpido un rostro perfecto... y el resultado de ese maravilloso trabajo era Gerard Way.
-¿Tenía la boca abierta?-, preguntó Gerard, aún soñoliento y apenas abriendo los verdes ojos.
-Te la hubiera cerrado con un beso-, le contesté antes de besarle la mejilla y abrazarlo más fuerte que hacía un rato. Él hizo un brusco movimiento y quedó sobre mi, comenzando a pasar sus tibios labios sobre mi cuerpo desnudo. –Hoy si trabajo, Gerard-, dije, al momento que me lo sacaba de encima e intentaba levantarme para ir al baño.
-¿Podré venir esta noche?-, peguntó él, cuando yo ya estaba en el primer piso, pero él continuaba en el segundo.
-Puedes venir todas las noches que quieras.