martes, 19 de agosto de 2008

I hate You... I love You

La tarde estaba verdaderamente espantosa. Afuera había una lluvia fuerte, con viento incluido, que no permitía a nadie salir de casa, excepto a los que trabajaban. Me quedé junto a la ventana, viendo como las calles estaban desiertas, cosa muy rara para un barrio tan concurrido como este y más encima tomando en cuenta que esta era la hora pick de movimiento. Pero el agua que caía desde el oscuro cielo era mucho más poderoso y había logrado detener a todos los transeúntes en sus casas.
El timbre interrumpió mi detallada observación. Abrí la puerta y de inmediato mi buen amigo de la secundaria, a quien todos llamábamos de cariño, Mikey, entró, todo mojado hasta la sala de mi departamento.
-Hola-, le dije, acompañándolo hasta adentro. –Pensé que ya no venías.
-¿Y perderme el sushi?. Estás loca-. Me besó en la mejilla, mientras se quitaba el abrigo negro y la boina celeste, que estaban realmente empapados.
-¿Cómo está Donna?-, pregunté, haciendo referencia a su madre, la cual me tenía mucho cariño, ya que había sido allegada a la familia desde que éramos unos preadolescentes.
-Bien. Te manda saludos y cariños y dice que vayas el domingo a almorzar con nosotros-, contestó Mikey, sentándose en el taburete de la cocina americana.
-Ok-, musité, en forma de respuesta.
-¿Irás o no?-, insistió él. Su mirada se había clavado fija sobre mis ojos. Él intentaba intimidarme, pero, con mucha seguridad, yo podía decir que ya no lo lograba como antes.
-¿Estará tu simpático y humilde hermanito?-, interrogué una vez más. Y es que era bien sabido que de todos los años que conocía a Mikey, jamás había podido congeniar con Gerard, su hermano. Para mi, él era el tipo más vil y despreciable de esta tierra... era un arrogante y egocéntrico, que además creía que yo andaba loca por él. Y eso era lo que más me molestaba de tenerlo cerca... el idiota, cada vez que podía, me coqueteaba e intentaba seducirme. Llevaba más de 10 años intentando algo conmigo, pero yo jamás le había dado ni la más mínima importancia.... Para él, todo era un juego, todo se reducía a “la emoción de la cacería”, en tanto para mí, el rechazarlo una y otra vez era lo divertido... Me sentía muy poderosa al ser la único que se le negaba y que además no tenía miedo de recordarle, cada vez que se me daba la posibilidad, la porquería de persona que era.
-Claro que si, Kim-, respondió mi amigo, un poco apenado por bajarme de la nube de ensueño en la que estaba, pensando que Gerard no estaría en el almuerzo. –Hazlo por mamá, tu sabes que eres su favorita-, agregó después. Fui detrás del mesón y comencé a servirnos la comida...sushi... plato que ambos teníamos por favorito y que ambos habíamos descubierto juntos durante nuestros días de adolescentes... después de que lo probamos por primera vez, nos hicimos adictos y convertimos en un ritual el juntarnos los viernes por la tarde a comer sushi en nuestras casas. Ahora que él era parte de la banda de su hermano, ya no teníamos tanto tiempo como antes, y casi no nos veíamos, pero aún así manteníamos vigente nuestra tradición, por llamarla de alguna forma, y apenas él ponía un pie en New Jersey nos juntábamos a comer y a conversar por muchas horas.
-Alicia se enojó un poco, porque la dejé sola-, comentó Mikey, luego de tragarse su último pedazo de sushi. Lo miré y me puse a reír.
-¿Y porqué no la trajiste?¿No le gusta el sushi?-, le pregunté después, cuando ya había logrado contener mi risa.
-Lo adora, pero es que esto-, dijo, señalando la comida y el ambiente, en general. –Esto es algo solo de nosotros y no quisiera que ella se involucre.
-Pero, Mikey, ella es tu esposa ahora, y no tiene nada de malo que comparta contigo.
-No, Kim, no la voy a traer. Ella no quiere venir porque le interesa pasar un rato agradable con nosotros, sino porque Gerard le ha estado diciendo que nosotros fuimos novios en la secundaria.
-Tu hermano es la escoria más grande de este mundo-, repuse, con evidente enojo. Ahora podía ver con claridad aquellos días en la secundaria cuando corrían fuerte los rumores de que él era mi novio... Y también para ese tiempo, había sido el mismo Gerard el que había puesto a circular esos rumores. Claro que esa vez, él lo había hecho para llamar mi atención.
-Pero es mi hermano-, contestó Mikey. Recogí los platos de la mesa y los llevé hasta el fregadero, en donde comencé a lavarlos, mientras él me miraba desde su asiento.
-¿Sabes?-, dije, volteándome hacia él. –Voy a ir el domingo a tu casa. Así aprovecho de hablar con Alicia y de aclarar un par de cosas con tu hermanito.
Mikey se fue cerca de las 11 de la noche... creo que eso le daría más celos a su esposa y de seguro que esa noche iban a pelear, porque no en vano Gerard le había inyectado su veneno a la pobre chica.

El domingo me levanté temprano y dejé hecho todas mis labores hogareñas. Lavé mi ropa, hice aseo, limpié, ordené mi pieza... y otras cosas más. Así, para las doce del día ya me estaba encaminando a la casa de mi amigo, a la cual había sido invitada para almorzar. Estacioné mi auto, justo detrás del de Gerard, lo que no fue precisamente una alegría de ver y luego entre hasta la casa. Toqué la puerta y al rato salió Alicia. Me saludó igual que siempre, nada había cambiado en ella, así que supuse que ya Mikey había aclarado las cosas... una cosa menos de que ocuparme. En la sala, estaba Gerard sentado en el sofá, justo mirando hacia la puerta, de manera que no hubo forma de evitarlo.
-Pero si acaba de llegar la causante de mi insomnio-, dijo él, poniéndose de pie. Conociéndolo, sabía bien que eso había sido una broma, pero ese tipo de cosas, saliendo de esa boca tan venenosa, no tenían ni un poco de gracia. –Qué linda estás, Kim-, agregó después, mientras, de seguro, me desvestía en su mente.
-Si no fueras la basura que eres, me acostaría contigo-, le contesté, con una gran sonrisa falsa en los labios.
-¿En serio?-. Sus ojos adquirieron una tonalidad media brillante en cuanto terminé de decir eso y no pude evitar soltar una carcajada.
-No-, dije después, aún con la risa conteniéndola en la boca del estómago. –No podría caer tan bajo-. Había terminado de decir eso cuando Mikey y Donna aparecieron desde la cocina. Ambos me saludaron con gusto, especialmente Donna, ya que hacía un buen tiempo que no me había visto... algo así como seis meses. Lo que para las dos era mucho tiempo.
-Necesito hablar contigo-, le murmuré a Gerard, que no se había apartado de mi lado, de manera provocativa, disfrutando su repentino cambio de humor.
-¿En mi pieza?-, musitó en mi oído, dándoselas de conquistador.
-Donde sea-. Él se excusó, me tomó del brazo y me llevó hasta su habitación. Yo iba riéndome en mi interior, burlándome de las expectativas que Gerard tenía de nuestra conversación. Apenas había entrado, cuando él cerró la puerta y con llave. Luego se sentó sobre su cama y esperó a que yo comenzara a hablar.
-Si vuelves a inventar historias estúpidas para que Alicia pelee con Mikey, te prometo que te vas a arrepentir-, amenacé, enojada, dispuesta a golpearlo si era necesario. En situaciones como estas uno siempre recuerda todas las cosas que te ha hecho pasar la persona que tienes en frente, y te cargas más aún de rencor y odio.
-¿Por qué no vienes acá y dejas de fingir que no te gusto?-, respondió, pasando su mano por sobre la cama. Tenía esa expresión de triunfo, de ganador que yo tanto odiaba.
-Yo jamás me involucraría con una basura como tu-, contesté. Él se puso de pie y caminó hasta quedar muy cerca de mi cuerpo. Hace tanto tiempo que intentaba sacarme un beso, pero jamás lo había obtenido... eso me hacía tener cierto poder sobre él, algo que me llenaba de satisfacción en mi interior.
-No me importa que me recuerdes lo que soy, pero ¿Por qué sigues negando que darías lo que fuera por revolcarte conmigo?
-Por favor-, entoné con sarcasmo, a punto de quedarme sin aire entre mis propias carcajadas. –El único que lleva años suplicando por eso, eres tu. Yo jamás te habría dirigido la palabra si no fuera por Mikey.
-Claro!. No podemos olvidarnos del lindo y simpático Michael Way, no?
-La envidia te está consumiendo lentamente, cierto?. Si no fueras una lacra ya estarías casado.
-Pero lo soy y qué?. Tu crees que necesito una esposa, siendo que puedo acostarme con una distinta cada noche?
-Lo que necesitas en sentar cabeza, idiota. Tienes que dejar de andar haciéndole daño a personas que son más felices que tu, solo porque te dan envidia...
-Cásate conmigo-, me interrumpió. Al principio yo me quedé callada, pero luego me vino un ataque de risa que no pude controlar, a pesar de que lo intenté. Pensé que esa era la única broma salida de su boca que había provocado que yo me ría tanto, pero él estaba serio, incluso pude notar que estaba sentido por mi reacción, así que hice un buen esfuerzo y me calmé. –Es en serio-, agregó.
-¿Qué te hace pensar que yo me casaría con alguien a quien odio?
-Eres perfecta. Mira, si el matrimonio no funciona no importa, porque tu no saldrás dolida ni herida, porque me odias demasiado como para preocuparte por mi.
-¿Y yo por qué haría eso?
-Es un favor que me harás-, contestó Gerard, tomándome el rostro con ambas manos. Me quedé mirándolo fijo a los ojos, que me suplicaban muy sinceramente que yo accediera. Pero ¿cómo yo le iba a decir que si? ¿Cómo me iba a casar con él?. Era algo tonto y muy ilógico... Sin embargo, solo por una fracción de segundo lo consideré y... error!
-Está bien-, dije. Él sonrió y luego me dio un beso. Yo no reaccioné, no me negué, solo dejé que él paseara su lengua por dentro mi boca como si nada. ¿Qué pasaba conmigo?. Gerard comenzó a quitarme la polera y yo le seguí, sacándosela también. Paseé mis manos por su pecho desnudo y lo besé en el cuello, en los hombros... Me tiró a la cama y se puso sobre mi, solo para quitarme el pantalón. Lo estaba desabrochando, cuando reaccioné y me levanté.
-Esto es totalmente ridículo-, comenté, abrochándome el pantalón nuevamente. –Yo te detesto-, añadí después, mientras me colocaba la polera.
-Kim, terminemos esto y luego hacemos que no pasó nada, por favor.
Me negué y salí rápido de la habitación, ordenando mi cabello y mi ropa, para que fuera como que no había pasado nada. Estaba muy confundida en ese momento... En el fondo, yo deseaba que eso pasara, pero no podía hacerlo... iba en contra de lo que siempre había dicho... A decir verdad, era tanto el desprecio que sentía por él, que ya se había convertido en algo prohibido para mi, y, como saben, uno siempre siente cierta atracción por lo prohibido.
Llegué a la cocina y me planté en la puerta, esperando que alguno de ellos reaccionara... dijera algo, hiciera algún gesto o algo... pero nada. En eso sentí una mano en mi cintura y cuando giré mi cabeza para ver quien era, descubrí a Gerard, el cual me besó en los labios enfrente de todos. ¿Qué iba a hacer?. Yo misma era la culpable de aquella situación... Si no me hubiera dejado llevar, él jamás se iba a creer con el derecho de hacerme esas cosas.
-¿Nos perdimos de algo?-, preguntó Mikey, extrañado por mi falta de respuesta al gesto de su hermano.
-Te dije que Kim estaba loca por mi-, respondió Gerard, tomándome la mano y sonriendo como si se hubiera anotado una gran victoria.
-Ya quisieras-, dije por mi parte. Me solté de su mano y caminé de manera arrogante hasta la mesa, sentándome al lado de Alicia, la que, junto a Mikey y Donna, comenzaron a reírse de la situación. Gerard me miró extrañado y hasta con un poco de vergüenza... Era la primera vez que lo hacían quedar en ridículo delante de alguien, lo que no le causó ni un poco de gracia, pero yo estaba muy orgullosa de haberlo logrado, así que no le di importancia a su reacción. A medida que el almuerzo avanzaba fui viendo como las miradas del hermano de Mikey se iban haciendo más insistentes y fastidiosas... En poco tiempo me di cuenta que él estaba planeando algo en mi contra... Y así fue. Ya casi había terminado de comer, cuando él se puso de pie e intentó servirme más vino en mi copa, pero en vez de eso lo derramó encima de mi polera, manchándomela completa.
-Disculpa-, dijo, casi riéndose por su “gran” hazaña. Lo miré con odio, pero a esas alturas eso no servía de nada. Traté de limpiarla con una servilleta, pero fue en vano, mi polera favorita ya estaba absolutamente inservible. –Ven, te pasaré algo-, añadió Gerard, estirando su mano para que yo lo siguiera. Salí tras él... si quería guerra, guerra le iba a dar. Me hizo entrar en su pieza otra vez y cerró la puerta con llave, de nuevo.
-Acabas de arruinar la polera que tu hermano me regaló para mi cumpleaños-, dije, roja de ira. En ese momento solo quería partirle la cara de un golpe, pero por algún motivo me estaba controlando.
-Acabas de ridiculizarme delante de mi familia-, alegó él, lanzándome una polera en el rostro.
-Oh-, exclamé, con una maliciosa sonrisa en la cara. –Para que sientas lo que es ser humillado.
-¿Querías darme una lección?. Al terminar de decir esto, se acercó a mi y comenzó a jalarme la polera muy bruscamente.
-Con que de eso se trata!-, exclamé yo, quitándome también el corpiño, una vez que él ya había logrado despojarme de mi polera. –Mira todo lo que puedas, porque jamás vas a poder tenerlo.
-Eso es lo que tu dices-, contestó Gerard, acorralándome contra la cama. Él estaba besándome y, a pesar de que yo me estaba negando, no me lo podía sacar de encima. Lo golpeé para que se quitara, pero él no se movía y seguía dándome besos a la fuerza. Bajé mi mano hasta su entrepierna y le desabroché el pantalón. Así, una vez que él ya estaba solo con su boxer, le agarré su miembro y lo apreté con fuerza.
-Y la próxima vez que quieras coger con alguien, trata de que no sea yo-. Gerard estaba casi aullando de dolor, pero por fin había logrado que se saliera de encima. Me puse el corpiño y luego la polera que él me había tirado en la cara e iba a salir, cuando él volvió a molestar y me abrazó desde atrás, corriendo sus manos por todo mi abdomen hasta que encontró el botón que mantenía cerrado mi jeans y empezó a abrirlo.
-Gerard-, susurré, volteándome hacia él. –En este momento estoy demasiado caliente, pero ni por eso voy a acostarme contigo-, le dije antes de empujarlo.
Salí de su pieza y fue hasta la cocina, en donde Donna estaba lavando la vajilla y Alicia ordenaba la mesa y limpiaba los puestos que cada uno había ocupado. Mikey notó inmediatamente que algo había pasado, así que me llevó hasta la sala para poder hablar conmigo sin que nadie más pudiera oír.
-Tienes desabrochado tu pantalón-, comentó mientras me arreglaba el cabello, el que, al parecer, también estaba muy desordenado.
-Me voy a ir a casa-, dije yo, cerrando el botón de mi jeans.
-¿Qué te hizo Gee?
-Lo mismo de siempre-, respondí, sonriéndole a mi amigo, al que quería tanto, para que no preocupara demás por algo tan tonto como las ganas que me tenía su hermano.
-Debes ponerle punto final a ese asunto, Kim. No quiero que Gerard termine haciendo una locura en tu contra...
-Lo voy a hacer, Mikey, no te preocupes-, lo interrumpí, acariciándole la cara. Luego lo abracé y me despedí, lista para volverme a casa.

Ya era mitad de semana y la noche se me hacía muy larga, porque estaba pasando por una pequeña crisis de insomnio... eso era típico en mi desde que tenía 15 años... cada vez que tenía que hacer algo importante en el trabajo no podía conciliar el sueño bajo ninguna circunstancias... Bueno, la cosa es que yo estaba mirando televisión, acompañada de una cerveza y una pizza, muy relajada (eran las 2 de la madrugada y la televisión a esa hora era una absoluta basura, pero ¿Qué más podría hacer?. Lo único que me quedaba era hacer tiempo hasta que amaneciera y tuviera que volver a trabajar) y alguien llamó a la puerta. Corrí hasta ella y la abrí con entusiasmo, sin siquiera sospechar la sorpresa que me iba a encontrar.
-¿Qué estás haciendo acá?-, pregunté, casi horrorizada por descubrir quien esperaba por mi.
-Olvidaste tu polera en mi pieza-, respondió él, sacando desde su abrigo la polera que él mismo había manchado con vino el domingo durante el almuerzo en su casa. Antes de que yo le contestara, Gerard ya se había metido hasta la sala de mi departamento, así que no me quedó otra que cerrar la puerta y seguirlo. –Kim, quiero llevarme bien contigo. Podemos intentarlo-, añadió luego, con una humildad insólita en su voz. Por un momento pensé que quizás era una de esas tontas bromas que él acostumbraba a hacer, o que quizás era parte de algún tipo de venganza por dañarle a su “amigo” en mi intento de sacármelo de encima. –Lo digo en serio-, dijo, al notar mi expresión de duda.
-Tu sabes que es imposible que nos llevemos bien a estas alturas de nuestras vidas. Ósea, piénsalo-, contesté yo, seria, mucho más seria de lo normal. –Nunca te he soportado, me caes mal y lo sabes. Y yo tampoco soy de tu agrado... Llevas como diez años buscando un pretexto para que me aleje de ti y de tu hermano, sobre todo de tu hermano.
-¿Nunca lo notaste? ¿Nunca te diste cuenta de que estaba celoso de Mikey, de que él pudiera abrazarte todos los días, mientras yo solo me tenía que conformar con tu odio?-. Me quedé callada... ¿Gerard Way, el altanero y ególatra, me estaba declarando su amor?. Oh, por dios! Que estupidez era esa?. Imposible... pero si... si podía ser real... Me reí nerviosa. –Kim, yo... yo... te ... te amo-, dijo finalmente, sonrojado. Si mi memoria no me jugaba una mala pasada, esa era la primera vez que escucharlo hablar había sonado tan dulce para mis oídos... se sentía bien... era genial poder escuchar como alguien a quién odias tanto te declara un sentimiento como el amor. Seguí riéndome, casi burlándome de él.
-Disculpa que me ría, pero es que jamás pensé que te iba a oír decir algo así. De hecho no pensé que tu pudieras llegar a querer a alguien más que a ti...
-Eres la misma mierda que yo-, habló Gerard, levantando la vista con odio. Pero ¿Qué esperaba?... Yo no iba a correr para besarlo o algo así... era normal que yo creyera que era gracioso. –Te estoy diciendo la verdad y te burlas de mi, no entiendo como eres capaz de juzgarme...
-¿Quién eres y qué hiciste con Gerard Way?-, pregunté con ironía. No tenía idea que pasaba conmigo, que no podía ponerme seria. Noté que él ya estaba enrojeciendo de ira, pero aún así no podía controlar mi boca... era mi protección... no sé... mi forma de mantenerme alejada de las cosas... el maldito sarcasmo.
-Voy a ir al grano-. Él había vuelto a ser el mismo arrogante de siempre y atrás quedó el rubor de sus mejillas. –Yo no vine hasta aquí a humillarme para irme sin nada-, repuso, acariciándome el cabello de manera bastante provocativa y hablando muy bajo, casi susurrando. Me corrí y quité sus manos de mi cabeza.
-No vas a conseguir nada de mi, Gerard, así que puedes regresarte por donde entraste-, le respondí, abriendo la puerta de mi departamento, hasta la que había caminado rápidamente. Él fue hacia mi y, luego de tomarme la mano con la que sujetaba la puerta, la cerró, empujándola con su pie. Llevó sus manos a cintura y me empezó a besar en el cuello. Yo no lo detuve... si, era cierto... no podía evitar sentir cierta atracción hacia el idiota ese, y a veces no controlaba a mis hormonas, las cuales deseaban fervientes pasar a algo más con Gerard. Yo sabía que estaba mal dejarme besar por él, porque luego se tomaría la confianza que jamás le había dado, pero había sonado tan sincero al decir que me amaba que decidí darle una oportunidad... Me abracé a su cuello y subí mi pierna hasta su pelvis, al momento que le quitaba el abrigo y la polera.
-Mejor que sea rápido, porque me voy a arrepentir-, le dije cuando hizo una pausa y me miró directamente a los ojos. Entonces Gerard no perdió el tiempo y me llevó hasta el sillón marrón que estaba pegado a la pared, mirando hacia el estante de libros y me arrojó sobre el, mientras se desabrochaba el pantalón. Yo traté de acomodarme sobre los cojines justo cuando me iba quitando la polera que ocupaba como pijama. Le tomé la cara con ambas manos y lo besé, lo besé como jamás había besado a alguien. Nunca me había sentido tan atraída por alguien, ni siquiera por Frank, con quien había tenido una pequeña aventura hacía unos cinco años, en la cual lo único que nos unía era una pasión que llegaba a quemarnos las entrañas. Pero con Gerard era algo distinto... no podía dejar de odiarlo, pero a la vez amaba sentir sus manos y sus labios recorrerme por completa. Quería que me hiciera suya a toda costa, pero jamás se lo había permitido... no como hoy, en que a pesar de los más de quince minutos que llevaba besándome y descubriendo mi cuerpo, yo no me sentía arrepentida y solo quería que él siguiera y siguiera... Me senté sobre su regazo y con mis piernas formé una especie de cadena alrededor de su cintura, facilitando así la penetración... Empecé a moverme sobre él muy lentamente, sujetándome en sus piernas, mientras sentía como sus labios me atravesaban el cuello y el pecho... como lo odiaba, como aborrecía cada parte de él, como deseaba destruirlo completamente, sin embargo, en aquel momento por única vez sentía que no era tan terrible tenerlo cerca... no quería dejarlo ir, no podía permitir que se marchara y me abandonara... él era tan patéticamente igual a mi y jamás había querido aceptarlo... pero ahora el dulce sabor de sus labios me habían atrapado. El suave movimiento de arriba hacia abajo que yo mantuve por algún tiempo, fue acelerándose, guiado por las manos de Gerard sobre mi cintura, mientras yo le recorría la espalda con la yema de mis dedos, gimiendo junto con él.
-Te amo, Kim-, musitó una y otra vez entre gemidos... Yo no le respondí y solo me abracé a su cuello con más fuerza que antes, pues ya casi terminaba... era increíble todo lo que estaba experimentando mi cuerpo en ese momento, ya que hacía unos buenos seis meses que no me había acostado con nadie y casi se me había olvidado lo bien que se sentía. Los gemidos de Gerard se perdieron en el aire en consecuencia del gran escándalo que yo estaba llevando a cabo, producto del orgasmo al cual habíamos llegado.
Lo miré unos instantes antes de quitarme de encima y vi un brillo bastante inusual en sus ojos verdes, que me dejó sin aliento... creo haber descubierto algo sincero y verdadero en Gerard, algo que ni su maldito ego podría contagiar con la demás basura que lo formaba.
-Ya puede irte-, le dije con decepción en la voz, viendo hacia la puerta. Bajé los ojos hasta el piso, en tanto trataba de cubrirme el cuerpo desnudo con las manos.
-No lo voy a hacer-, respondió él. Tomó mi barbilla con su mano derecha y me besó una vez más, provocándome un cosquilleo en el estómago, semejante al que se describe cuando uno está... oh dios! No es posible... no puedo estar ena... No!... enamorada... –Kim, puedes dejar de lado tu odio y darme una oportunidad-, añadió luego, pasándome sus manos con delicadeza por el rostro. Su cuerpo se levantaba justo a mi lado, haciéndome sentir protegida.
-No le vamos a decir a nadie-, contesté, cerrando los ojos, un poco aturdida entre mis propios pensamientos. Inmediatamente me recosté sobre él y llevé mis dedos hacia su cabello negro, que le llegaba hasta los hombros. –Si alguien se entera te voy a hacer daño-, añadí después, sonriéndole.
-No se va a enterar nadie, mi amor-. Gerard acercó su cabeza hasta la mía y me dio un suave beso que me transportó a aquel paraíso perfecto en que no existe nada más que tu y él, amándose tan puramente...

Apenas abrí los ojos noté que nada había sido un sueño... Sentí como él jugueteaba con mi cabello rojizo mientras me miraba atentamente, velando que nada pudiera interrumpir mi sueño... No les voy a mentir, jamás había disfrutado tanto al sentirlo cerca.
-Tienes el sueño pesado-, susurró, para que no me despertara tan bruscamente, ya que yo recién me estaba estirando. Lo observé unos momentos, dándome cuenta de que él estaba desnudo igual que yo, pero me tenía sujeta a su cuerpo con una de sus manos... creo que no durmió en toda la noche, porque analizando la situación, me resulta imposible que yo haya dormido sobre él y no me haya caído, a menos que él hubiese cuidado de que eso no pasara.
-¿Qué te paso?-, le pregunté, acariciándole las mejillas.
-¿A qué te refieres?
-Te conozco desde que tengo 14 años y siempre te consideré una basura como persona, pero en este momento estoy encima de ti y te estoy haciendo cariño.
-¿Será porque estoy tan locamente enamorado de ti, que puedo dejar de ser una mierda cuando estoy a tu lado?-, dijo Gerard, antes de besarme. Le sonreí una vez que me dejó y me bajé de donde estaba, para recoger mi ropa y darme un baño. Él me siguió y entró conmigo para que nos ducháramos juntos.
A la media hora después estábamos en la cocina de mi departamento, desayunando como si siempre hubiéramos sido cercanos... reíamos al recordar ciertas cosas que nos habían pasado y que nos habíamos hecho solo para molestarnos.
-Lamento haber arruinado la polera que Mikey te regaló-, me dijo, una vez que llegamos a nuestra pelea más reciente.
-Y yo lamento haber apretado tu...-. Me detuve, un poco sonrojada al recordar aquel incidente.
-Bueno, al menos aún funciona-, contestó Gerard, tomándome la mano, como gesto de que ya estaba disculpada.
-En una hora vuelvo a ser la misma de siempre-, dije, luego de mirar la hora en mi teléfono celular. Gerard se puso de pie y vino hasta mi para besarme.
-Pasemos el día juntos-, susurró, apenas separando su boca de la mía.
-No puedo, tengo que trabajar.
-Yo arreglo eso. Pasemos el día juntos.
-No puedo. Tengo que volver a ser la misma mierda de siempre. Esa que te odia-, le sonreí y él también hizo lo mismo, pero después me tomo la mano y me abrazó.
-Que espere para mañana-. Agarró mi rostro y comenzó a besarme... con mi mano izquierda corrí las tazas que estaban encima de la mesa y me incliné hacia atrás, arqueando la espalda... Ese día no debí vestirme, porque me demoraba más en hacerlo que Gerard ya me la quitaba... Primero ahí en el comedor, luego en el baño, en la sala y más en la tarde nos fuimos a mi dormitorio, en donde pasamos hasta la mañana siguiente; besándonos, tocándonos, haciendo el amor. “¿Qué mierda estas haciendo?”, me preguntaba a mi misma una y otra vez sin ser capaz de darme una buena respuesta, sin poder explicar como de la nada había florecido un amor por Gerard Way que me dominaba tan completamente hasta llegar a cegarme y no ver las consecuencias de mis actos.
Abrí mis ojos y yo seguía en la misma posición de la noche anterior. Con la cabeza sobre su hombro, abrazándolo y con mi pierna derecha hasta más arriba de su miembro. Él continuaba dormido, se veía tan hermoso, tan tranquilo, solo en ese momento me puse a reflexionar que había estado ciega durante una eternidad al no notar la perfección de cada una de la líneas que formaban aquel espectacular rostro... parecía como si un talentoso artesano hubiera tomado un pedazo de mármol blanco y hubiera esculpido un rostro perfecto... y el resultado de ese maravilloso trabajo era Gerard Way.
-¿Tenía la boca abierta?-, preguntó Gerard, aún soñoliento y apenas abriendo los verdes ojos.
-Te la hubiera cerrado con un beso-, le contesté antes de besarle la mejilla y abrazarlo más fuerte que hacía un rato. Él hizo un brusco movimiento y quedó sobre mi, comenzando a pasar sus tibios labios sobre mi cuerpo desnudo. –Hoy si trabajo, Gerard-, dije, al momento que me lo sacaba de encima e intentaba levantarme para ir al baño.
-¿Podré venir esta noche?-, peguntó él, cuando yo ya estaba en el primer piso, pero él continuaba en el segundo.
-Puedes venir todas las noches que quieras.

miércoles, 6 de agosto de 2008

Lo más difícil es abandonarte... (Parte dos)

Ya era muy tarde, estaba a punto de quedarme dormida sobre el computador. De hecho, ya me iba a acostar cuando sonó el timbre repetidamente. Me asusté un poco, a esas horas nadie anda en la calle, pero después de unos bostezos, caminé hacia la entrada y abrí la puerta.
-¿Qué pasa?-, le pregunté a Gee un poco exaltada, ya que se había lanzado a mis brazos y no me soltaba.
-Nada-, me contestó, -¿Te desperté?-, preguntó luego de alejarse de mi.
-No. Estaba avanzando unas cosas en el computador, pero nada importante-, dije yo, acercándome hacia él, y tomándole las manos. –Cariño, ¿estás bien?-
-Si... pero ¿estás bien, tu?-
Sonreí un poco y luego lo besé suavemente. –Claro que estoy bien, amor- añadí después.
Gerard se sentó en el sillón rojo que miraba hacia la televisión y me siguió con su dulce mirada hasta la cocina, de dónde luego aparecí con una taza de café.
-¿Quieres?-, le ofrecí.
-No. Estoy bien-. Él estaba extraño. No me perdía ni por solo un momento.
-Gee, ¿seguro que estas bien?- insistí, mientras me sentaba a su lado con mi taza de café en la mano izquierda.
-Si... es solo que... no sé... pensé que quizás dejarte sola todas las noches en una barrio como este puede ser peligroso... y... no sé... estaba pensando que quizás yo pudiera venir un día y no encontrarte... y que quizás ellos... no sé... hay gente peligrosa por aquí- dijo. Yo lo miré dulcemente y dejé mi taza de café sobre la mesa de centro, tapando una revista que había comprado esa mañana.
-No te preocupes, amor. Cada vez que me necesites estaré aquí para ti. No pienses que algo malo me va a suceder, no va a pasar nada-, le repetí varias veces.
Gerard seguía mirándome, y yo volví a tomar mi taza de café.
-Dicen que cuando una mujer ofrece café es porque...-calló
-¿Por qué?-, pregunté yo, encontrando mis ojos con los suyos.
-Porque desea algo...- terminó diciendo... pero yo sabía que no era eso lo que iba a decir...
-Oh! Si, ahora recuerdo que yo también he oído eso-, añadí, mientras fui hasta la cocina a dejar mi taza en el fregadero. –Pero esos son mitos. No creo que se aplique a todas las mujeres-, repliqué al llegar junto a él.
-Es que pensé que quizás... no sé... olvídalo...-, comentó él, tomándome de la cintura (ya que estaba en frente de él) y poniéndose de pie, -Voy a dormir en el sofá ¿si?. No quiero que te quedes sola-, dijo después en tanto subía las escaleras.
-Oh! Gee, ¿Cómo dices eso?... ¿De verdad piensas que voy a dejar que te pases de frío aquí en el sofá?-, reclamé un poco sentida por el comportamiento que Gerard estaba teniendo. Pero él no me tomó en cuenta. Luego de unos minutos lo vi aparecer en las escaleras con un montón de cobijas y una almohada.
-Gerard Way! Te devuelves por donde viniste con esas cobijas!. Si no quieres dormir conmigo, entonces mejor te vas a tu casa, porque en mi sofá no vas a dormir!- exclamé al verlo aparecer.
Gee bajó las escaleras corriendo y dejó todo lo que traía en sus brazos en el suelo.
-No te enojes, amor-, suplicó, buscando mis ojos mientras me tenía la cara con sus manos en mis mejillas. –Si quiero dormir contigo, pero es que como hiciste ese comentario a cerca del café... yo pensé que... tu... bueno... que tu no querías...-
-Gerard, ¿es necesario que tengas que lanzarme indirectas para que me digas que quieres dormir conmigo?- repuse yo al mirarlo directamente a los ojos.
-Es que no sé que me pasa hoy-, se defendió.
-Eres tan tonto!-
-Te amo-
-Yo también, pero es que... a veces... eres tan complicado-. Lo besé y luego fui hacia la cocina a buscar otra taza de café. -¿Quieres café, Gerard Way?-, le pregunté mirándolo a los ojos de manera pícara.

El sonrió y luego se acercó a mi. Me quitó la taza de la mano, la dejó sobre la mesa de centro y luego me besó muy suavemente. Sentía como sus labios hacían contacto con los míos, pero muy delicadamente. De a poco la intensidad, que iba en aumento, de sus besos me envolvían en una sensación como de necesidad... necesidad de tenerlo más cerca y de poder acariciarlo más aún. Me quité el sweater y luego la blusa, seguí besándolo, tratando de acomodarme, ya que estaba chocando con la mesa. Él también comenzó a desvestirse. Primero se quitó el polerón azul con capucha, luego la polera negra. Ya estaba a torso desnudo y seguíamos besándonos sin parar, sentí sus manos recorrerme y aproveché el primer impulso para colgarme de su cuello y subir mis piernas hasta su pelvis. Gerard se corrió unos centímetros y tropezó con algo, yo que estaba colgada de él, caí sobre la mesa de centro y di vuelta la taza de café, que aún estaba caliente, y me quemé el brazo derecho.
-Amor, ¿estas bien?-, me preguntó Gee, totalmente asustado, mirándome muy bien y ayudándome a ponerme de pie.
-Si-, respondí, mientras miraba el brazo que me ardía.
-Te quemaste- agregó alarmado al ver mi brazo, -Deberíamos ir a un hospital. No se ve algo tan sencillo-, dijo luego.
-No, Gee, esta bien. No es nada grave. Ahora voy a la cocina y le pongo algo de hielo y ya está-, añadí. Fui a la cocina, abrí el refrigerador y saqué el hielo. Me lo apliqué sobre el brazo, pero me dolía mucho. Era un dolor casi insoportable y era imposible olvidarme de el. Gerard ya se había vestido nuevamente y ahora tenía en sus manos mi ropa y la llave de su auto, listo para llevarme al hospital.

Entré al hospital a las 03:30 de la madrugada. El dolor seguía ahí, latente, indeseado. El doctor me vio y me realizó una curación. Al parecer no había sido una simple quemadura después de todo, porque me dieron la indicación de volver a curarme nuevamente en 3 días más. Cuando salí del hospital eran las 04:30 y el dolor ya casi había desaparecido. Me subí al auto y Gerard comenzó a conducir.
-¿Ves que no era algo tan sencillo?- dijo él, mirándome de reojo.
-Si... bueno en todo caso después de esto ya no volveré a tomar café-, le respondí, entre risas.
Pasamos unos minutos entre risas y miradas. Nada de palabras, en ese momento sobraban.
-¿Volvemos a tu casa?-, consultó el antes de llegar a la esquina en la que deberíamos doblar para volver a mi departamento.
-Si. No he dormido nada y ya ha sido mucho por una noche-, contesté, recordando el sueño que tenía hasta antes que él se apareciera por mi casa.
-Claro-, contestó Gerard, medianamente cabizbajo. Yo sabía que me quería decir algo, pero no se atrevía. Esa manía que tenía de morderse el labio inferior me desconcentraba y me indicaba que algo me estaba escondiendo.
-Gerard, ¿me puedes decir que te pasa?-
-Nada, amor, nada-
-¿Cómo que nada?. Si no me quieres contar, está bien, yo no soy quién para obligarte- le dije finalmente, justo antes de que se estacionara afuera del edificio en el que yo vivía.
Salí del auto muy rápido y en cuanto entré al lugar tomé el ascensor. Gee se había quedado atrás. Ya estaba en mi piso, así que me bajé y entré a mi departamento. Cuando lo vi, me dispuse a ordenar. La mancha de café en la alfombra burdeo me enloqueció. Luego vi la mesa de centro toda llena a café. Las revistas habían quedado ilegibles. El sillón estaba bien, pero un poco desordenado. De hecho nos habíamos dejado llevar no más de 15 minutos y mi sala estaba absolutamente espantosa. Sonó el timbre. Abrí y era Gee... ¿quién más podría ser a las 5:10 de la mañana?... Lo miré unos segundos, pero luego comencé a ordenar.
-Te amo- escuché desde atrás, pero no contesté, -Si me dejas de hablar más te voy a amar-, continuó. Yo seguía indiferente, pero él seguía hablando, y hablando.
Subí las escaleras y llegué a mi dormitorio. Me saqué la ropa y me coloqué la pijama, me acomodé y luego me metí en la cama, mirando hacia la ventana. Gerard entró en la pieza y se desvistió, se metió en la cama, también, y me abrazó por detrás.
-Ahora ya no hay tazas de café-, me susurró al oído.
-Ya lo sé- contesté secamente y un tanto fría.
Gee comenzó a deslizar su mano al interior de mi pijama. Empezó en mi espalda y de a poco fue corriéndose hasta mi abdomen. Allí se detuvo. Subió su mano un poco, hasta mis pechos...
-Gerard- repuse yo, dándome vuelta hacia él, -Acabo de quemarme el brazo por querer hacerlo contigo en la sala de mi casa, ¿qué te hace pensar que voy a querer ahora que tengo el brazo vendado?-, añadí, sacando su mano del interior de mi pijama.
-Pero... bueno...yo... pero...nada, déjalo-, dijo después. Y se levantó de la cama, tomó sus cosas y comenzó a bajar las escaleras. Yo salí tras él. Gerard estaba arreglándose para irse. Bajé las escaleras lo más rápido que pude y me atravesé en la puerta.
-No es para tanto, Gee, en serio, ya se me pasó el enojo. No te vayas, mi amor- le decía, mientras él trataba de sacarme de en medio de la puerta.
-¿Por qué eres tan infantil?-, me preguntó, moviendo su cabeza de un lado a otro, como si se estuviera controlando demasiado para no hacerme daño.
-¿Por qué eres tan tonto?-
-Yo pregunté primero-, alegó él.
-Tu sabes que soy una inmadura y además tu me conociste así- le respondí, poniendo cara de tristeza.
-No se que me pasa hoy, de verdad que no sé-, agregó, tirando sus cosas al suelo y abrazándome muy fuerte.

Yo lo besé y él continuó. Nuevamente, tal cual lo había hecho 3 horas atrás, estaba colgada de su cuello, besándolo sin respirar. Gerard comenzó a subir las escaleras conmigo, muy despacio, y mirando donde ponía los pies. Al fin llegamos hasta el dormitorio. Me bajé de él, y comencé a desvestirme muy rápidamente. Lo abracé y luego lo alejé un poco, para ayudarle a él también, que tenía toda su ropa puesta. Le quité el polerón azul y luego la polera negra. Me detuve. Le coquetee un poco y caminé hacia la cama, sentándome en un borde. Gee se terminó de desnudar y se acercó a mi. Nos besamos y comencé a explorar su piel con mis manos. Él me acarició tiernamente el cabello y luego nos tendimos sobre la cama. Gerard me besó en el cuello y luego comenzó a bajar... Sentía como sus manos se deslizaban por mi haciendo estremecer cada centímetro de mi cuerpo... Subió nuevamente y me besó durante largo rato, yo lo abracé y me puse de rodillas, justo frente a él... seguimos nuestros besos y caricias muy apasionadamente. En verdad estaba muy emocionada... pero luego el celular de Gee comenzó a sonar. No lo tomamos en cuenta, y después de un rato ya no se oía el ringtone de fondo. Continuamos lo nuestro, pero el celular volvió a sonar, de hecho, estaba vibrando en el suelo y ahora molestaba más que antes. Quién sea que estuviera llamando, definitivamente estaba muy apurado...
-¡Mierda!-, exclamé, apartando a Gee de mi lado.
-No es importante-, musitó él, tomando mi cara y luego besándome.
-Gerard, contesta ese puto celular, porque o sino no va a dejar de molestar-, le dije. Él me miró con un poco de resentimiento, pero luego se bajó de la cama y fue a recoger su pantalón. Del bolsillo derecho del jeans sacó un teléfono móvil que seguía sonando, lo observó con extrañeza durante unos 3 segundos, y finalmente lo contestó. Yo lo seguí con mi vista, mientras me metía dentro de la cama, algo me decía que lo único que podría hacer ahora era dormir, Gerard hablaba despacio y no alcanzaba a oír lo que decía... Tras varios minutos volvió hacia mí... estaba raro... obviamente, y dejándome guiar por la expresión facial que traía Gee, deduje que la llamada había sido por algo nada agradable.
-¿Pasa algo?-, le pregunté.
-Era Mikey- respondió, sentándose a mi lado y buscando mis manos, -Dice que entraron a robar en casa de mamá-, añadió después de un hondo suspiro.
-¡¡¡¿Qué?!!!-
-Si. Dice que no me preocupe, que a mamá no le pasó nada, que llamaron a la policía, pero que se llevaron muchas cosas...- comentó con una voz que dejaba ver mucha desilusión.
-Lo importante es que ella esté bien-, le repetí mientras salía de entre las sábanas de la cama para abrazarlo.
Gee me observó durante unos segundos y luego me permitió ver su hermosa sonrisa...
-Por favor, ponte la pijama, no quiero que te pases de frío-
Yo no me había dado cuenta que no me había vestido, pero cuando Gee me dijo eso, me sentí un poco incomoda, así que me bajé de la cama y recogí mi pijama, me lo puse y me volví a acostar.
-Tu también ponte algo, porque no quiero que pase nada más-, le dije.
El soltó una suave carcajada, -Que noche hemos tenido...-, agregó luego, desviando sus ojos hacia mi brazo derecho que estaba cubierto por una venda blanca.
-Si... pero bueno, será para otra vez-, sonreí, besándolo suavemente.
Él me apartó.
-¿Qué pasará ahora?- preguntó.
-No sé... podemos...- No había terminado de hablar cuando Gee me plantó un beso,
-Me gustaría averiguar que pasará ahora-, agregó, antes de volver a besarme.
-Gee-, dije luego de alejarlo de mi, -De verdad tengo sueño. Ha sido una noche de locos, y son más de las 6 de la mañana. Y tengo que ir al trabajo a las 10-. Hize una mueca de pena, él, en tanto, solo sonrió.
Desperté muy rápidamente, no vi a Gee así que pensé que había ido a ver a su mamá. Miré la hora y ya eran las 10:30 de la mañana. Me dispuse a correr hacia la ducha, iba solo con la parte de abajo de mi ropa interior, y bueno, la venda de mi brazo derecho. Bajé las escaleras y pasé de largo hacia el baño. Noté un movimiento extraño en la sala, así que me volteé a ver, y para mi vergüenza estaban Frank y Ray sentados en el sofá rojo, mirando como yo pasaba delante de ellos casi desnuda.
-Hola, chicos-, dije entre dientes, antes de seguir mi camino hacia el baño.
-Hola-, les escuché decir.

Cuando ya me incorporé a la sala nuevamente, encontré a Gerard junto a sus dos amigos y compañeros de banda. Ellos me observaban extraños, creo que intentaban sacarse de la cabeza lo que habían visto hacía 15 minutos atrás, pero no lo lograban. Me ruboricé mucho cuando sorprendí a Frank viéndome justo el área del escote de la blusa, así que me puse el chaleco encima. Besé a Gerard, para luego disponerme a ir al trabajo.
-Adiós, chicos-, les dije, -Amor, deja todo cerrado-, añadí luego, mirando a Gerard. Cerré la puerta tras de mi y me subí al ascensor.

No volví a ver a Gee sino hasta 3 días después. Puede sonar extraño, pero nosotros no nos veíamos regularmente, obviamente por sus giras y todas esas cosas, pero cuando estaba aquí, tampoco. Eso me agradaba porque cada vez que nos encontrábamos yo me enamoraba más de él y sentía que jamás me iba a cansar de descubrirlo... Como les contaba, lo vi otra vez cuando llegó a las 11 de la noche a mi departamento, totalmente mojado por la lluvia, en compañía de Frank, en las mismas condiciones. Según lo que me dijeron habían salido a dar algunas vueltas por la ciudad, pero por esas cosas que ocurren, decidieron salir a caminar y no en auto... La cosa fue que la lluvia los tomó de sorpresa y para cuando se dieron cuenta ya estaban todos empapados. Y resulta que se les hacía muchísimo más fácil llegar hasta mi casa, que devolverse hasta el otro lado de la ciudad para volver a las suyas.
-¿Quieren café?-, pregunté, un poco preocupada, porque estaban muy mojados y seguramente tenían frío también. Gee miró mi brazo quemado y soltó una carcajada, -Digo... para que se les pase el frío...-, añadí luego, totalmente ruborizada. Frank nos quedó mirando y no entendió porqué me había avergonzado tanto ni porqué Gerard se había reído de mi ofrecimiento, pero de igual manera aceptó mi café. Yo me fui a la cocina y detrás de mí apareció Gee. Me tomó por la cintura y me besó con fuerza, impidiéndome respirar. –Amor, cuidado-, le dije después de que logré separarlo de mí.
-No te he había visto en 3 días-, se excusó, abrazándome.
-Ya lo sé, amor, pero no es culpa mía solamente-, le dije, mientras iba preparando la taza de café que Frank me había aceptado.
-Si... ya lo sé... debería llamarte... o venir todos los días... pero es que... no sé...-
-Esta bien, Gee... esto es así desde el principio, ya no lo cambiaremos... En cierta forma, es más mi responsabilidad, por no ser muy afectiva ni demostrarte mi amor ni la falta que me haces... Ni por recordarte cada día que eres todo para mí... Quizás me he confiado demasiado y te he hecho sentir que puedo vivir sin ti... pero, Gerard, te lo digo en serio, no puedo vivir sin ti... cada día que pasa y no te veo, trato de aferrarme a la esperanza de que quizás aparecerás en mi puerta muy de noche, o en la madrugada-. Sin querer, mis ojos habían empezado a llenarse de lágrimas, y había dejado el café de Frank a medio preparar, solamente para apoyarme en los brazos de Gee que estaban ahí, esperándome, tan cálidos y llenos de amor, como siempre cuando los necesitaba.
-No llores. Te amo. Y tu también eres todo para mí. Y perdóname por ausentarme tanto. También es mi culpa que estemos así-, me contestó, buscando mis labios. Nos besamos durante unos segundos, pero luego nos incorporamos nuevamente a lo que estábamos haciendo. Me sequé los ojos y seguí preparando el café.
-¿Te tomarías un café conmigo?-, me preguntó Gerard al oído. Yo sonreí y fui hacia la sala, seguida de él. Le entregué a Frank lo que había pedido y nos sentamos a conversar.
Pasamos varias horas conversando y recordando algunas cosas... hasta que Frank bostezó... en realidad no sé si lo hizo de verdad o fue una respuesta ante una evidente mirada que Gerard le había dedicado... Entonces subí a la pieza y bajé algunas frazadas y cojines para Frank, ya que habíamos quedado en que iba a dormir en el sofá.
-No hagas nada indebido sobre ese sillón, Frank, porque te van a matar si amanece con alguna mancha-, le dijo Gee antes de subir a la habitación conmigo.
-Claro que no, hoy me portaré como un caballero- Respondió él, poniéndose bajo las cobijas. Yo me reí y subí las escaleras. –Buenas noches-, grité desde arriba.
Gerard llegó unos minutos después, se desvistió mientras yo lo miraba desde la cama. Cada vez que veía ese torso desnudo mi, muy buena, imaginación, comenzaba a volar... Él se metió dentro de la cama, conmigo, y me besó suavemente, pero al rato tomó el control del televisor y la encendió. Yo quedé muy extrañada y decepcionada. De verdad había pensado que cuando nos acostáramos las cosas se iban a poner más interesantes, pero él no había encontrado nada mejor que prender la tele... Me di vuelta, mirando hacia la ventana, pero luego se me ocurrió una idea, así que me levanté y me puse las zapatillas de descanso.
-¿Dónde vas?-, me preguntó, bajando el volumen del televisor.
-Dónde Frank-, le contesté, saliendo por la puerta.
Gerard se levantó y caminó muy rápido, me alcanzó antes de que yo empezara a bajar por las escaleras.
-¿Por qué?-
-¿Cómo que porqué?- le alegué yo, -De seguro que Frank tiene cosas muchos más interesantes que mostrarme-
-No me harías eso-
-¿Por qué no?¿Crees que eres el único que puedes besarlo?-
-Otra vez estamos peleando por estupideces-
-Gerard, últimamente estás insoportable. Nadie te entiende, y lo peor es que es porque tu no quieres que te entiendan-
-No me hables así-
-¡¡Te hablo como quiero!!-
-Me excitas cuando gritas-
-¡¡¡¡Cállate!!!!-, le grité. Él me tomó de la cintura y me empezó a besar muy apasionadamente. Yo comencé a empujarlo hasta la pieza, pero sin alejar mis labios de los suyos. Cerré la puerta con la yema de mis dedos. Finalmente él chocó con la cama y cayó sobre ella, yo me quedé de pie ante él, viéndolo por unos instantes. Gerard se sentó en frente de mí y comenzó a desvestirme. Primero me sacó la polera del pijama y me acarició suavemente. Luego bajó hasta el pantalón y me lo quitó muy lentamente. Sentí como esas manos me recorrían entera sin tapujos, dejándome solo en ropa interior. Ahora era mi turno, Él se puso de pie y me besó, pero yo lo alejé un poco. Ya estaba a torso desnudo, sin embargo mis manos comenzaron a bajar desde sus hombros de manera uniforme hasta su abdomen, en donde me detuve. Lo pensé un momento, pero luego le permití a mis manos continuar su recorrido hasta el borde de su boxer y se lo quité. Subí hasta alcanzar su boca y lo besé superficialmente, apenas haciendo contacto con sus labios. Él me terminó de quitar la ropa interior y luego me rodeo con sus brazos, llevándome hasta el borde de la cama. Me senté sobre ella, pero Gee, con mucho cuidado, me empujó hacia atrás, luego él se ubicó sobre mí. Me besaba y acariciaba al mismo tiempo, yo en tanto, respondía a cada caricia y beso que él me estaba dando. Me puse a pensar en la última vez que habíamos estado así, y me reía en mi interior, me estaba acordando de que la última vez me había quemado el brazo, y luego habían asaltado la casa materna de Gee... Me desconcentré pensando en eso... solté una carcajada y Gerard me miró un poco intrigado.
-¿Qué pasa?-, preguntó, dejando de tocarme y de besarme.
-Nada, amor, sigue, sigue-, le respondí, pero Gerard continuaba mirándome extrañado.
-¿Segura?-
-Si, esta bien-
Gerard comenzó nuevamente a besarme y a tocarme. Ya estaba en mi interior y se movía con suavidad de abajo hacia arriba. Yo tenía mis manos en su espalda, clavando mis uñas en su pálida piel, cerré los ojos, pero otra vez me desconcentré. Me acordé del día que había sorprendido a Frank mirando el escote de mi blusa, y por un momento, imaginé que era Frank el que estaba ahí conmigo.
-Frank-, susurré. Sentí que Gerard se había detenido y abrí mis ojos. Gee me miró y luego se me salió de encima. Yo no supe como reaccionar. Él me miraba enfurecido desde la puerta.
-Gee...-, murmuré después de unos segundos.
-¿Desde cuándo ya no...?- me preguntó, mientras se sentaba en el piso.
-Amor, no es lo que piensas. Yo te amo-. Me levanté de la cama y fui hasta él, tratando de tomarles las manos, pero él me las escondió.
-Acabas de nombrar a Frank mientras estabas conmigo-, alegó Gerard, sin subir la voz. Yo sabía que se estaba conteniendo para no gritar, así que me alejé lo más que pude de él.
-No sé que estaba pensando...Amor, te prometo que yo no... que yo no siento nada por Frank-
-¿No?... Entonces ¿Por qué lo nombras mientras yo...?
-Gee, no pasa nada... Te lo prometo-
-Estabas pensando en él-. Ahora si había subido la voz. Me metí en la cama y me tapé con las sábanas, tratando de pensar en alguna explicación. Ciertamente Gerard tenía razón... estaba pensando en Frank cuando era él quién estaba conmigo... –Frank está abajo, si tanto lo deseas deberías ir a buscarlo-, me dijo luego de mirarme por un rato.
-Gerard, no digas eso. Yo quiero estar contigo. Es a ti a quién deseo. No sé porqué pensé en Frank, fue solo un momento de estupidez-
-No te justifiques... quizás esto es mi culpa, también. Yo debería tratarte como se debe tratar a una novia y no como a una amante... Debería llamarte y no hacer como si no tuviéramos nada...-
-Ya hablamos de eso, amor. Perdóname. Yo siento mucho el haber pensado en Frank-
-Es que ese no es el punto. Pensaste en él... Y si pensaste en él mientras estabas conmigo es porque, seguramente, deseas que fuera él quién estuviera aquí contigo-
-Vamos, Gee, no seas así. De todos modos estoy contigo y no con él. ¿Por qué te martirizas pensando en lo que podría ser en vez de aceptar lo que es?-, le dije. Me levanté de la cama y fui hacia él. Lo tomé de las manos y le ayudé a ponerse de pie. –Si estoy aquí, contigo, es porque te amo a ti y a nadie más. Frank es algo que jamás pasará. De partida porque yo no te haría eso, jamás, y luego porque él tampoco te haría una cosa así-, añadí después, besándolo tímidamente, porque en realidad no sabía como iba a reaccionar. Pero él no se negó a mis besos, parece que lo que recién había pasado lo había motivado más, porque, de manera bastante salvaje, me abrazó y me llevó hacia la cama. Comenzó a besarme y sus manos se fueron haciendo un lugar en cada parte de mi cuerpo. Por un momento no supe que hacer. Estaba tan decidido que parecía no necesitarme para nada, pero luego me miró a los ojos y encontré los mismos ojos verdes que había visto la primera vez que lo besé.
-Hazlo-, le dije a Gerard con un hilo de voz.
-¡No puedo!-, me gritó él también. Se levantó y se puso la ropa. Yo me quedé ahí, viéndolo mientras él se disponía a irse. –No puedo hacerlo sabiendo que estás pensando en alguien que está durmiendo en el primer piso de tu casa-.
No hize nada para detenerlo. Primero lo sentí bajar las escaleras y ,unos segundos después, cerrar la puerta. Me tendí en la cama, mirando hacia el techo. Tenía rabia, tristeza, euforia, era todo muy extraño. Yo amaba a Gerard, sin embargo, no dejaba de pensar en Frank mientras estaba con él. Ya no entendía nada. Cerré mis ojos y traté de dormir, pero se me venía a la mente la cara de Gee cuando me escuchó nombrar a su amigo, ahora lo extrañaba más... Me volteé mirando hacia la puerta y descubrí que Frank aun estaba en mi casa, de hecho estaba parado en la puerta de mi pieza. Me cubrí con las sábanas, porque no me había vuelto a vestir y luego me senté sobre la cama.
-¿Qué pasó?-, me preguntó.
-Nada... fue solo una... una estupidez-, le respondí muy entrecortadamente, ya que estaba comenzando a experimentar una pena inusual... ahora quería llorar.
-Gerard salió muy rápido y bastante enojado. No alcancé a preguntarle nada-, comentó él, acercándose a mi.
-¡Gee es un idiota. No sé porqué no entiende que lo amo a él!-. Había elevado la voz y estaba llorando sobre los brazos de Frank. Dejándome llevar por el momento, lo besé durante largo rato, pero luego recordé la cara de Gerard y lo solté. –Perdóname-, le dije, bajando la vista hacia las sábanas. Él no había reaccionado, definitivamente mis besos lo habían tomado por sorpresa. Estaba inmóvil ante mi, sin decir nada. Levanté mi vista un poco y lo miré a los ojos. –Esto está mal... Gerard es mi novio y yo... por más que te desee, Frank, yo estoy con Gerard y él es tu amigo... además tu estás con Jamia...-
-Lo sé... Yo quisiera que las cosas fueran distintas, pero ya está... Tu estás con él, y tienen una historia bella, y luego estoy yo... Somos personas adultas y nos podemos controlar...-
Yo asentí con la cabeza y le sonreí unos minutos... no decía nada, porque estaba bastante incómoda... ¿sería mejor que le contara lo que pasó?... lo dudé unos instantes, pero luego las palabras fueron naciendo solas de mi boca...
Cuando terminé, Frank estaba bastante impresionado... ahora entendía porqué Gee había salido tan enojado y no le había dicho nada. Después de la impresión inicial, nos miramos y reímos. Cada vez que nuestros ojos se encontraban nos reíamos nuevamente... Después de varias horas de conversación, Frank me vio bostezar y decidió volver al sillón del primer piso. Yo estaba mucho más tranquila, ahora ya no me sentía culpable, porque ,obviamente, me di cuenta que haber pensado en Frankie fue algo del momento, no fue algo por lo que debiera dejar que Gee me abandone...
Al día siguiente me desperté muy temprano (a las 7)... me levanté, tomé una ducha y luego desayuné junto a Frank. A las 9 salí de mi casa junto a él... bajamos por el ascensor y luego salimos del edificio. Al llegar a la esquina nos separamos. Yo tomé un taxi para irme al trabajo y Frank siguió caminando en toda la extensión de la calle, hasta que se alejó tras un auto verde...
Los días siguientes me sobrecargué de trabajo. Llegaba a las 11 de la noche a mi casa y seguía trabajando hasta las 3 de la mañana, y luego me iba a trabajar a las 9 de la mañana nuevamente... la falta de horas de sueños la suplía con café... si... con café... cada vez que tomaba una taza y me lo preparaba, me acordaba de Gee... pero luego escuchaba a alguien gritar mi nombre y me olvidaba de todo... me había vuelto una maniática del trabajo solamente para olvidarme de que no había visto a Gerard durante dos semanas... Y así pasó un mes completo... Llegaba tarde a casa, pero con la esperanza de que como a las 1 de la mañana apareciera Gee a hacerme compañía... Echaba de menos sus besos, sus caricias, sus berrinches de niño mimado y todas las insinuaciones que me hacía... lo extrañaba demasiado... para variar, ya no tenía ánimos de hacer nada y pasaba más tiempo preparándome café que trabajando... durante las noches no dormía... amanecía en vela avanzando trabajos, de hecho, terminando ediciones completas para la revista.

Para la quincena del segundo mes sin ver a Gee, estaba sola en mi departamento, mirando televisión. Tenía un poco de hambre, porque ya había pasado tres días sin tragar nada más que no fuera café. Fui a la cocina y busqué en el refrigerador, pero no había nada... Al principio lo dejé pasar, pero mi estómago insistió tanto que finalmente me puse mi abrigo y salí a comprar. Yo sabía que no debía salir por el barrio a esas horas, ni mucho menos sola, pero de igual manera ya estaba afuera, así que seguí mi camino hasta el negocio más cercano. Compré pan y algunas frutas y vegetales. Con eso en mi poder, comencé a caminar con dirección a mi casa; iba tranquila. Aquella noche estaba bastante silenciosa y las calles estaban muy vacías, entonces llamó mi atención un auto rojo estacionado a una cuadra de mi edificio. Una sensación muy extraña de felicidad me invadió... quise correr para comprobar si era verdad lo que estaba pensando, pero apenas y había tomado impulso cuando ya me detuve... "No le demuestres necesidad" dije para mi misma... así que seguí caminando igual a como lo había hecho todo el rato. Entré al edificio y me subí al ascensor, luego entré a mi departamento y me comencé a preparar algo de comer... bueno, en realidad me preparé un café... estaba hecha una adicta a la cafeína... Me senté sobre el sillón rojo y mientras me tomaba el café me puse a mirar por la ventana al auto rojo que tenía una vista bastante amplia de mi casa... Pasaron varios minutos en los que no me despegué de la ventana, pero luego me aburrí y cerré las cortinas, apagué todas las luces y me quedé sentada, esperando a ver que pasaba... obviamente, la bomba energética que había consumido recientemente me mantendría despierta durante un par de horas más, así que no me apuré...
Habría pasado una hora, yo estaba tendida en el piso, cuando sentí a alguien afuera de la puerta de mi departamento, me iba a levantar, pero después me arrepentí... Tocaron el timbre, así que me levanté y abrí la puerta. Sus brazos me sujetaron muy fuerte y corrí hasta la pared más próxima. Gerard cerró la puerta con un pie y luego me besó decididamente.
-¿Qué haces?-, le pregunté, tratando de sacármelo de encima, pero él me aprisionó contra la puerta de entrada.
-Llevo días sin verte... Te extraño... -, me repitió varias veces.
-Gee, estás drogado-, exclamé al darme cuenta de lo que estaba pasando.
-No...-. dijo, bajando la voz y soltándome, -esto es tu culpa...-,Gerard comenzó a llorar y se tumbó en el piso. Estiró sus manos para alcanzarme, pero yo bajé hasta él y lo abracé.
-¿Por qué?¿Por qué otra vez?-, le pregunté, llorando, también.
-Por ti...-, me contestó él, buscando mi boca con desesperación.
-Gerard, esto no... no puedes hacerlo otra vez... ya habías salido de todo esto... por favor no vuelvas a lo mismo... y no te pido que lo hagas por mi... hazlo por ti... por tu salud...-, le dije yo, acariciándole el cabello.
Lo ayude a levantarse y lo llevé hasta mi pieza. Luego lo desvestí y lo acosté. Bajé a la cocina y me tomé dos pastillas de esas que tenía guardadas hacía mucho tiempo y volví a subir... me cambié de ropa y me acosté al lado de Gee, que ya se había dormido. Empecé a tocarle la cara y después me acerqué a él lo más que pude, lo abracé y así mismo desperté al día siguiente. Ya eran las 10:30, en otra situación me habría puesto a correr como una loca para llegar al trabajo, sin embargo, no me esmeré ni lo más mínimo por levantarme de la cama, así que tomé mi celular y llamé a la revista diciendo que no iba a ir, porque me sentía mal... Estuve mucho rato viendo a Gerard, acariciándolo, sintiéndolo cerca. Tras un rato, él se despertó y me vio fijamente a los ojos marrones. Le sonreí y le toqué las manos.
-Perdona por venir a tu casa de esa manera-, me dijo dulcemente.
-No te preocupes. Es mejor que hayas venido hasta acá y no hasta algún bar o algo así-.
-No quise... yo... digo... no quería hacerlo... fue algo que no lo pude controlar-
-¿Por qué lo hiciste?-
-Me sentía mal... estaba viéndote desde abajo y yo... yo solo... me odié por unos segundos... y me dejé llevar...-, me respondió, bajando la mirada, avergonzado, como un niño pequeño cuando lo atrapan luego de haber hecho una travesura.
-¿Cómo te vas a odiar?... Gee, saliste de esto y te costó bastante hacerlo, ¿Vas a mandar al diablo todas las cosas que haz conseguido, tu carrera, tu banda, tus amigos, tu familia, solo porque una mujer y por tu orgullo?-
-Es que eres tu... no sé que me pasa... este tiempo que no te vi fue... fue... recordé todas las cosas del pasado que me hacían mal... y luego ya estaba pensando en... en... en destruirme-
-Amor, yo no tengo nada de diferente a otras cientos de millones de mujeres. No te puedes hacer daño por mi-, le respondí mientras las lágrimas caían por mi rostro. Era muy doloroso escuchar lo que Gerard estaba diciendo... ahora yo estaba recordando parte de un pasado nada consolador y eso me hacía sentir muy mal... comencé a llorar más fuerte y con más desesperación... ni los brazos de Gee, que me tenían muy firme, pero muy cálidamente a la vez, ayudaban a calmarme, -No digas eso, Gerard, por favor, yo no quiero que te lastimes por mi culpa-, repetí muchas veces mientras él me acariciaba, tratando de hacerme sentir mejor.
Finalmente logré controlarme un poco, y mi llanto comenzó a cesar. Gee aún me tenía abrazada y me acariciaba. Había rogado por ese momento durante más de un mes... definitivamente me hubiera encantado que fuera en otra situación y no mientras lloraba como una magdalena, pero así también estaba bien... me sentía protegida y amada...
-Estar sin ti me hace daño-, repuso Gee, mirándome a los ojos, buscando respuesta en ellos, -Por favor, no dejemos que nada de esto vuelva a ocurrir. Quiero tenerte cerca en cada momento y esta vez...ahora si que no te dejaré y no te trataré como a una amante-, añadió. Luego me besó, provocándome una extraña sensación que no supe interpretar, pero que era como de felicidad y nerviosismo... me sentí como una adolescente cuando besa al chico de sus sueños, ese con el que ha fantaseado por muchos meses y que luego simplemente lo tiene ahí y no puede evitar sentirse como volando... así mismo me sentía yo mientras experimentaba como su lengua jugaba con la mía al interior de mi boca.
-Gee, esto nos está haciendo mal-, dije, luego de separar mis labios de los suyos. –Por más que yo quisiera creer que esto es eterno, tu y yo sabemos bien que no es así y que algún día va a terminar... y si te comenzaste a drogar de nuevo al no verme durante un poco más de un mes, ¿Qué harás si terminamos? ¿Te matarás? ¿Volverás a emborracharte hasta que tus amigos te tengan que levantar mientras te ahogas en tu propio vomito?-, le pregunté.
-Por eso no me quiero alejar otra vez de ti...-
-No seas inmaduro, Gerard, todo tiene un final, y yo no quisiera que el nuestro terminara contigo...-
-No pienses en eso, amor-
-¿Cómo quieres que no piense en eso?-, le respondí, volviendo a llorar nuevamente.
Gerard buscó mis ojos con sus manos y comenzó a secarme las lágrimas que iban naciendo de ellos. –Perdóname por ser tan idiota-, me dijo después. Yo solo me separé de él y me levanté.
Bajé hasta el baño con mi ropa y una toalla. Gee venía tras de mí, cantándome “Demolition Lovers”. Él sabía que amaba esa canción, después de todo fue lo primero que le dije cuando lo conocí...
-Gee, voy a bañarme ahora. Luego te duchas tú, ¿si?-, le pregunté mientras él aún cantaba. Gerard asintió con su cabeza y después de que cerrara la puerta del baño, él comenzó a cantar mucho más fuerte, de manera que lo oyera desde la ducha. Aún con el ruido del agua cayendo, no dejé de oírlo ni por solo un momento. La fuerza con la que interpretaba cada palabra de esa canción me llevaba a una parte de mis recuerdos que había tratado de superar durante 5 años, mejor dicho, que había tratado de borrar durante todo ese tiempo. Era como si de pronto, aquel incidente en la universidad volviera a estar presente. Yo entrando en la pieza de Andy, encontrándolo en el piso cubierto de sangre, frío y con una nota en la mano derecha que estaba dedicada a mí... Todos llegando a ver que pasaba y Alicia, tratando de alejarme de él... La policía llevándose el cuerpo y todos sus amigos apuntándome con el dedo de manera acusatoria... todo estaba ahí... veía las caras de los que me habían culpado por su suicidio... veía la cara de su madre y de sus hermanos pequeños llorando sin consuelo sobre la tumba de Andy... recordaba lo último que él me había dicho, lo recordaba como si me lo hubiera estado diciendo en aquel mismo momento "Nunca me olvidarás"... aquellas palabras me resonaban dentro de la cabeza tan fuerte como el sonido de las campanas. Me senté en la bañera y comencé a llorar por tercera vez en el día. Inconscientemente dejé que ésta se llenara y luego me sumergí por mucho rato en el agua, recordando aquellas últimas palabras que tanto daño me habían echo... recordaba lo que Gerard me había dicho y como había llegado la noche anterior a mi departamento. El sonido de la voz de Gee cantando “Demolition Lovers” aún daba vuelta en el aire. Me sentí triste, sola, culpable, sin esperanzas... comencé a dejarme llevar, cerré mis ojos y dejé que el agua hiciera el resto... ya no respiraba... era incómodo, pero sabía que al final todo iba a pasar... que ya no iba a sentir nada...
-¡¿Qué estás haciendo?!- gritó Gerard, sacándome de la bañera con agresividad. Yo empecé a toser y a respirar con un poco de dificultad. Gerard, que me tenía en sus brazos, me dejó en el suelo, alcanzó una toalla y me envolvió en ella. -¿Por qué te estabas ahogando?-, me preguntó, bastante furioso, pero con un hilo de voz.
-No sé... yo... yo... yo me estaba... estaba bañando-, le respondí, poniéndome de pie y tratando de respirar mejor.
-¿Te estabas bañando?-, me dijo con sarcasmo, -Si no hubiera llegado te hubieras ahogado-, agregó después, un poco confundido. Se empezó a pasear de un lado para otro, esperando una respuesta que yo no estaba dispuesta a darle... él había llegado la noche anterior totalmente drogado y ahora se creía con el derecho de preguntarme porqué me estaba ahogando en la bañera de mi casa... no, yo no le iba a contestar...
-Amor, dime, ¿Te querías matar?-, insistió él, -¿Te querías matar luego de decirme que no me puedo hacer daño?-
-Gerard, no pasa nada. Yo no me quería matar... es solo que... no sé... estaba pensando en otra cosa y luego me olvidé que el agua estaba corriendo-
-¿Y piensas que te voy a creer eso?-
-Si-, le respondí secamente, sin darle la oportunidad de responderme de inmediato.
-Vamos a la cocina y tomemos desayuno-, dijo después, estirando su mano para invitarme a seguirlo.
-Me tengo que poner la ropa-, contesté.
-Bueno-, dijo él, quedándose en la puerta.
-¿Podrías irte para que me cambie?-, le pregunté, mirándolo de manera autoritaria.
-No-, me respondió. Yo lo miré con un poco de resentimiento, pero luego insistí. –Te he visto desnuda muchas veces, así que una vez más no me hará daño ni a mi ni a ti-, me dijo finalmente, plantándose en la salida con aire de mandón.
Yo me puse la ropa mientras él miraba. Estuve un poco incómoda, ya que, si bien el me había visto desnuda, no recuerdo que lo haya hecho tan dedicadamente como lo estaba haciendo ahora. Cuando terminé, salí hacia la cocina y tras de mi iba Gee, empujándome con suavidad.
-No tienes nada en el refrigerador-, me dijo cuando llegamos.
-Oh! Si... es que... digamos que estuve alimentándome de café durante un poco más de un mes...-, le respondí yo, sacando unas tazas del mueble que estaba al lado de la nevera.
-¿Y vamos a tomar café otra vez?-
-Si... bueno... creo que hay pan de ayer... si quieres puedes ponerlo en el microonda y ya no estará tan duro-, le respondí, concentrándome en los cafés, que eran sagrados para mi.
-¿De verdad estuviste todo este tiempo tomando café?-, me preguntó Gerard, sentándose en el mesón americano mientras me miraba.
-¿No ves las ojeras que tengo?-, respondí, señalando mi cara, -Apenas he dormido durante un mes y quince días. Estoy una maniática del trabajo y adicta a la cafeína. La publicación de la semana que viene está lista, porque yo la terminé. Me di el tiempo de terminar los reportajes de Bryan y de Alissa y sobre eso, entrevisté a los chicos de Fall Out Boy...- añadí, sin despegarme de mi preparación.
-Pero hoy no trabajas y creo que no necesitarás el café-. Gee no había ni terminado de decir eso cuando me quitó las dos tazas de la mano y las botó por el fregadero.
-¿Qué estás haciendo?-, le dije mientras trataba de detenerlo.
Gerard me tomó de la mano, pasó a buscar mi abrigo (estaba lloviendo) y salimos del departamento.
-¿A dónde vamos?-, le pregunté cuando estábamos en el ascensor.
-A tomar un desayuno decente-, me respondió él.

Nos subimos al auto y Gerard condujo durante mucho rato. No me habló casi nada mientras íbamos ahí. Yo comencé a revisar mis bolsillos por si encontraba algo para entretenerme, pero no traía ni celular, ni mi IPod, ni nada... Al fin nos detuvimos... ese lugar ya era conocido para mi, había estado un par de veces para algunas celebraciones, como el cumpleaños de Gee, por ejemplo.
Gerard tocó el timbre e inmediatamente salió Donna, la mamá de Gee.
-Hola-, me saludó, -Pasen-, dijo luego. Saludó a Gerard con un beso y luego nos condujo hasta la cocina. –Veo que se reconciliaron-, dijo ella con una flamante sonrisa en la cara. Noté que Gee igual sonreía, pero, si bien yo estaba feliz, no me podía olvidar de que él había llegado drogado a mi casa, y seguramente Donna no lo sabía. –Siéntate, cariño-, agregó luego, señalándome una silla de madera.
-Mamá, ¿Podríamos tomar desayuno?-, preguntó Gerard. Yo en tanto me ruboricé mucho, ya que yo jamás le pediría algo así a mi madre, ni menos si tuviera casi 30 años.
-Por supuesto-, exclamó ella.
Donna comenzó a moverse por aquí y por allá a través de la cocina, y en menos de 10 minutos tenía una mesa llena de comida para nosotros. Gerard se sentó y comenzó a prepararse el desayuno. Yo, sin embargo, estaba sentada en la misma silla que al principio, y no me moví de ahí hasta que ella me obligó.
-Pero, cariño, haz estado aquí muchas veces, ¿Por qué te ruborizas?-, me decía mientras hacía que me corriera hasta la mesa.
-Mamá, saca el café de la mesa, ella no puede tomarlo-, le dijo Gee a Donna, al verme que estiraba la mano para llegar al café.
Donna lo hizo y luego me sirvió una leche de chocolate, igual a la que Gerard estaba tomando. Yo sonreí y comencé a comer. Hacía mucho tiempo que no me alimentaba como correspondía, quizás por eso lucía tan mal... Al principio me costó empezar a echarle comida a mi boca, pero luego me solté y me tragué prácticamente todo lo que había en la mesa... Gerard me sonreía muy gustosamente, pero esos ojos me decían que aún no habían olvidado el incidente de la mañana.
Para cuando terminamos de desayunar me ofrecí a lavar la vajilla, de todos modos, yo ya me había ocupado de limpiarlos... Gee me miraba fijamente mientras yo lavaba la loza... ponía especial atención cuando tenía los cuchillos en la mano, lo que me molestó bastante, pero con el pasar del rato, se le fue quitando la paranoia.
Después de que finalicé mi tarea, Gerard me enseñó las cosas de él que no se habían robado... algunos dibujos, algunas fotos, algunas canciones... muchas cosas relacionadas a su infancia y adolescencia... yo las miraba muy atenta y escuchaba cada comentario que él hacía con relación a sus cosas... durante ese momento me sentí muy alegre, porque estábamos juntos, abrazados, y sentía que me estaba dando la oportunidad de saberlo todo de él... Habíamos pasado unas 2 horas así, cuando de pronto sentí que alguien llamaba a la puerta. Gerard se puso de pie y la abrió. Al instante aparecieron Mikey y Alicia, su novia. A ellos les sorprendió bastante verme ahí y no se molestaron en disimularlo, pero yo los saludé como si nada hubiera pasado, al fin y al cabo ya todo se había solucionado y yo estaba de novia con Gerard otra vez. Luego de eso, pasaron de largo hasta la cocina para saludar a Donna y yo continué con Gee mirando y hablando a cerca de su pasado hasta que finalmente decidimos volver a mi departamento.
-Adiós-, le dije a la mamá de Gerard, -Gracias por la comida-, agregué, alcanzando la puerta del auto rojo.
Él condujo por unos 10 minutos. Íbamos conversando del día en el que nos conocimos y nos reíamos de cómo era que se habían dado las cosas entre nosotros, pero después Gee se enserió y comenzó a hablar de lo que había pasado en el baño durante la mañana.
-¿Por qué intentaste ahogarte?- me preguntó, tocándome la mano izquierda con su derecha.
-¡Gerard!-, exclamé, pero él me miró con dulzura durante no más de 3 segundos, -No sé... es que... me deje llevar... recordé lo que me habías dicho y luego... luego... no sé, ya estaba ahogándome-, le respondí, viéndolo con un poco de vergüenza.
-Pero no hiciste nada por salirte... te rendiste-, repuso.
-Gee... no sé en que pensaba, te lo juro-
-Amor, yo te creo. Solo prométeme que no lo volverás a intentar-
-Te lo prometo-, le respondí, -Pero quiero que me prometas que pase lo que pase no volverás a drogarte ni emborracharte ni tampoco pensarás en suicidarte-
-Lo prometo-.

Ya estábamos por la mitad del camino cuando Gerard se estacionó afuera de un supermercado.
-Vamos a llenar esa nevera con algo de comer ¿si?-, me dijo, sonriendo mientras me abría la puerta del auto.
Volvimos a mi departamento como a las 7 de la tarde y lo primero que hize fue ir a la cocina a preparar la cena. Hacía mucho tiempo que no cocinaba, por lo que estaba media perdida, pero Gee me ayudó todo lo que pudo... cortó las verduras, la carne... buscó las ollas, sartenes... y su gran logró fue arreglar la mesa de la sala que jamás había ocupado.
-Podríamos invitar a los chicos a cenar-, bromeó él, cuando yo estaba poniendo a cocinar la carne mechada. Lo pensé por un momento, pero luego acepté. Gerard me vio con cara de sorprendido, él no pensaba que yo estaba hablando en serio.
-Claro que tienes que llamarlos ahora, porque o sino, no van a alcanzar a llegar-, le dije sin despegar mi vista de lo que estaba haciendo. Gerard tomó el teléfono y comenzó a marcarles. Primero a Mikey, luego Frank, después Bob y finalmente Ray, al cual tuvo que llamar 3 veces, porque no contestaba el celular. En el mismo orden fueron apareciendo por mi casa.
Nos sentamos a la mesa que Gee había arreglado, en verdad, cualquiera que conociera a la mamá de Gerard y Mikey hubiera pensado que ella había puesto la mesa, pero los chicos se dieron cuenta rápidamente de que eso no habría sido posible, así que comenzaron a molestar a Gee.
Luego de servirnos aquella cena, nos instalamos en el piso y comenzamos a hablar de las cosas que se vendrían ahora para ellos ... de sus planes y de todo lo que se nos viniera a la cabeza... Frank y Bob tomaron las llaves del auto de Gerard y fueron a comprar algunas cervezas, cigarros y un poco de comida chatarra mientras yo lavaba la loza y ordenaba un poco la casa, tratando de hacerles un lugar a los chicos para que durante esa noche pudieran dormir ahí.
-No te preocupes por nosotros-, me decía Ray, -Estamos acostumbrados a dormir en cualquier parte. De verdad esas giras te acostumbran a todo...-, comentó después.
-Tengo un sofá-cama en mi pieza, y luego tienen el sillón... y bueno, como Mikey no se va quedar, solo faltaría uno que se acomode-, le respondí.
Gerard apareció en la cocina junto a Mikey, ambos se estaban riendo, y por lo visto, el motivo de risa provenía de Gee.
-Bueno, ya me voy-, dijo Mikey, tratando de controlar su risa, -No quiero que se me haga más tarde. Muchísimas gracias por la cena-, agregó, mirándome. Se despidió de Ray y luego de mi. Gerard lo acompañó hasta la puerta y al cabo de un minuto él se incorporó junto a nosotros.
-¿Ya vieron donde van a dormir?-, le preguntó Gee a Ray. Él asintió, pero yo lo interrumpí.
-Le comentaba a Ray que arriba en mi habitación hay un sofá-cama y luego está el sillón de la sala, pero aún faltaría uno por acomodarse-
-Ya veo... si... ¿No pensarás pasarle tu sillón amado a Frank, cierto?-, exclamó Gerard, comenzando a reírse junto a su amigo.
-No en realidad. Al único al que le voy a pasar ese sillón va a ser a Bob. Tú, Ray, puedes dormir en el sofá-cama y Frank... bueno... Frank...-. Me quedé muda por algunos instantes. No se me ocurría en donde podríamos ponerlo...
-Pero, bueno, ¿Te parece si lo hacemos dormir en la cama que hay bajo la tuya?-, me preguntó Gerard. Se me había olvidado que yo tenía una cama-nido. Acepté, aunque me pareció un poco desubicado que Frank durmiera en la misma habitación que Gerard y yo, y más si tomamos en cuenta que algunas veces nosotros nos poníamos bastantes cariñosos...
Unos 10 minutos después de que decidiéramos en donde iban a dormir cada uno, Frank y Bob volvieron. Venían cargados de cerveza, cigarrillos y comida chatarra. Inmediatamente sacamos el juego de Calabozos y Dragones que tenía guardado en la parte más alta del mueble de la cocina y lo pusimos en la mesa en la que habíamos comido. Comenzamos a beber, a comer, a fumar y a jugar, obvio. A medida que iba pasando el tiempo y avanzábamos en el juego, las conversaciones se iban poniendo más profundas. Y así pasamos mucho rato... la última vez que vi mi reloj eran las 2 de la madrugada, pero luego de eso pasamos mucho tiempo más... Los vasos se vaciaban, pero muy rápido eran llenados nuevamente, las colillas de cigarros se iban amontonando en el cenicero y los platos con papas fritas y doritos ya no tenían nada.
-Ya me dio sueño-, dijo Bob, bostezando y estirando sus brazos.
-Yo estoy cansado, también-, añadió Frank, poniéndose de pie y caminando hacia el baño.
-Entonces, sería mejor que todos nos fuéramos a dormir-, señaló Gee, tomándome de la mano, antes de que yo pudiera alcanzar los vasos para llevarlos a la cocina, -Lo limpiamos en la mañana, amor-.
En menos de 5 minutos yo ya estaba acostada al lado de Gerard, acariciándole el cabello oscuro. Aunque estaba un poco incómoda por la presencia de Frank en la pieza, intenté no pensar en eso y seguí acariciando a Gee. En todo caso, a él no parecía molestarle en absoluto la presencia de su amigo...
-Vamos a hacerlo-, me susurró al oído, Gerard.
-Frank está aquí-, le contesté yo, bajando la voz.
-No haremos ruido-, insistió él. Yo le sonreí, pero no durante mucho rato, porque no quería alentarlo. Yo no estaba dispuesta a exponer mi intimidad delante de Frank.
-Por mi no se molesten-, le escuché decir al amigo de Gerard, -Hagan como si yo no existiera-
Gerard se puso a reír, pero yo miré a Frank bastante seria, aunque como estábamos a oscuras no creo que se haya dado cuenta. –Gracias por tu comprensión, pero no creo que sea posible-, contesté, mirando a Gee. Me di vuelta hacia la ventana y Gerard me abrazó por atrás y comenzó a acariciarme. Una sensación de acogimiento me recorrió... hacía mucho tiempo que no sentía eso cuando alguien me tocaba... Me voltee hacia él y lo besé con ternura, mientras mis manos se hacían un lugar en su espalda. Así estuvimos durante algunos minutos, tocándonos, sintiéndonos, besándonos, pero luego me detuve, no podía pasar a nada más, pensando que alguien nos podría ver (Alguien =Frank)... Gerard me dedicó una mirada fría, pero luego me abrazó nuevamente.
-Te amo-, me dijo, dándome un beso en la frente. Yo me dejé cobijar por sus brazos y me quedé dormida.
Me desperté temprano (a las 7), Gee aún dormía y Frank también, así que me levanté sigilosamente para no despertarlos, bajé las escaleras y vi a Bob en el sillón que yo tanto apreciaba y luego vi un bulto sobre el sofá-cama, así que supuse que hay estaba Ray... pero supuse mal, porque apenas entré al baño lo primero que vi fue a Ray bañándose. Traté de actuar con normalidad, pero una sonrisa nerviosa se me escapó de la boca.
-Disculpa-, le dije, poniendo las manos delante de mis hombros, mientras iba retrocediendo hasta la puerta. La cerré tras de mí y fui a ordenar las cosas que habíamos dejado sobre la mesa la noche anterior, para intentar sacar de mi mente lo que recién había visto.
Estaba terminando de lavar los vasos y platos cuando Ray se apareció en la cocina. Me puse un poco nerviosa, lo que se notó cuando dejé caer un vaso en el piso.
-¿Estás bien?-, me preguntó.
-Si... es solo que... Oye, Ray, siento mucho el haber entrado así al baño, en serio-
-No te preocupes... Eso le pasa a cualquiera-, dijo, tratando de tranquilizarme un poco, ya que yo me había sonrojado, -Mira, piensa que ahora estamos a mano. Yo te quedé mirando cuando ibas corriendo al baño media desnuda...-, añadió después, como si fuera lo más natural, pero no me ayudó en nada, yo me había ruborizado muchísimo más.
-Si... Gracias por hacérmelo recordar...-. Suspiré un poco, como derrotada. De todas formas, él tenía razón... Ya me había visto semidesnuda, y bueno, yo ahora lo había visto desnudo... así que se podría decir que estábamos a mano... Estaba pensando en eso, cuando sentí unas manos en mi cintura y un beso en mi frente, era Gerard...
-¿Cómo amaneciste, amor?-, me preguntó, tomando un paño y comenzando a secar los platos.
-Bien-, le respondí.
-¿Vas a trabajar hoy?-
-Si-. Mis respuestas estaban bastante cortantes, pero no era mi intención hacerlo..., -Me voy a duchar-, dije en cuanto termine de ordenar todo en la cocina.
Gerard salió tras de mi y entró conmigo al baño, cerrando la puerta.
-¿Qué estás haciendo?-, le pregunté, un poco molesta por su comportamiento.
-Te esperaré mientras te bañas-, me respondió, sentándose en el piso, -Aunque si quieres, puedo bañarme contigo...-, repuso después.
-Gerard, yo no necesito que me vigilen. Ya te prometí que no lo volvería a intentar-, le alegué después. –¡Sal de aquí!-, le grité luego, pero él no se movió.
-Tu sabes que no consigues nada con gritarme-, me contestó desde el piso, sin siquiera inmutarse en lo más mínimo.
-Está bien. Quédate ahí-. Me quedé en ropa interior y así mismo me metí en la bañera.
-¡No puedes ser tan inmadura!-. Gee comenzó a abuchearme.
-No voy a permitir que me mires con cara de depravado mientras me estoy bañando-, le respondí, enjabonándome los brazos.
-¡Por favor!. Igual y ya te estoy desvistiendo en mi mente-
-¡Gerard!-, exclamé, alcanzando la toalla y lanzándosela en la cara. Él se levantó del piso y se comenzó a quitar la ropa. -¿Qué vas a hacer?-, le pregunté al verlo.
-Ya que no quieres sacarte la ropa por las buenas habrá que sacártela por las malas-, me respondió mientras se metía en la bañera junto conmigo.
Lo primero que hizo fue besarme. Yo me dejé llevar. En un abrir y cerrar de ojos ya no tenía nada puesto y nos estábamos besando y tocando desenfrenadamente.
El agua corría por nuestros cuerpos al igual que mis manos se deslizaban por el cuerpo de Gee, explorando su piel, redescubriendo remotos lugares que ya habían sido olvidados por mi. Sus brazos me tenían aprisionada, pero yo tampoco deseaba escapar, dejé que todo siguiera, las caricias, los besos, las respiraciones en el oído que tanto me gustaban, todo... Gerard me acorraló contra una pared y subió mi pierna derecha hasta su cadera. Yo le rodee el cuello con mis brazos para sujetarme y comencé a experimentar aquel dulce dolor que me provocaba tenerlo en mi interior. Comencé a jugar con sus labios... los besaba, luego los mordía con cuidado, no muy fuerte, para no hacerle daño. Mis brazos hacían una excursión por cada centímetro de su espalda mientras sentía como su respiración se iba acelerando hasta convertirse en pequeños gemidos, igualándose a los míos. Él buscó mis labios y nos besamos durante algún tiempo. Sentía como con cada movimiento nos íbamos perteneciendo más y más, sin darnos tregua. Quise gritar, pero recordé que no estábamos solos en la casa, así que lo único que atiné a hacer fue a tirar del cabello de Gee, cuyo rostro estaba chocando en la pared tras de mi.
-Te amo-, me susurró.
Aceleró el movimiento de su cuerpo y comencé a gemir más fuerte y a soltar pequeños gritos que no pude controlar. Finalmente sentí esa explosión de placer que se movilizó por todo mi cuerpo, llegando hasta los más recónditos lugares... Miré a Gerard y lo besé nuevamente, para hacerle saber lo que había significado para mi lo que recién habíamos hecho.

Cuando salimos del baño, Bob y Ray estaban tomando desayuno en la cocina. Fuimos hasta ellos y comencé a servir el nuestro (el de Gee y el mío)... me dio un poco de vergüenza porque yo estaba segura que habían escuchado todo aquel revuelo, y sentía que los chicos me miraban como tratando de molestarnos, pero aún no habían dicho nada...
-¿Cómo estuvo eso, Gee?-, preguntó Bob finalmente, dándole un codazo a Ray para que se riera junto con él. Yo enrojecí y miré a Gerard, que estaba igual de ruborizado que yo.
-¿De qué hablas?-, dijo Gee, tomando la taza que le había preparado.
-Estoy seguro que ese baño quedó totalmente destruido-, comentó entonces Ray, llevándose una rebanada de pan untada con mantequilla a la boca. Ellos sonrieron con picardía. En tanto, yo lo único que deseaba era no haber salido jamás de ese baño...
-Pues estuvo bastante bien-, añadí, intentando sacar a Gerard del apuro en el que sus amigos lo habían puesto, -Soy muy afortunada-, repuse después mientras me sentaba al lado de Ray. Ellos observaron a Gerard durante algún tiempo y se rieron durante otro rato, pero luego sus risas fueron cesando, hasta que la cocina quedó en el más absoluto silencio. Yo miré el reloj de pared de la sala, que se podía ver desde donde estábamos, y me di cuenta de que ya eran las 9:15... me impresioné todo lo que me había demorado con Gee, pero no podía evitar sentirme muy feliz. Terminé mi desayuno y me puse el sweater negro, busqué mi bolso, me puse los audífonos y luego fui hasta Gerard para despedirme.
-Yo te paso a dejar, amor-, me dijo él, mientras yo le besaba una mejilla.
-Pero Frank aún duerme-, le contesté.
-Espéranos 5 minutos. Levantamos a Frodo y nos vamos ¿si?-, respondió Gee, buscando mi boca para darme un tierno beso.
Inmediatamente subió corriendo las escaleras y caminó hasta mi habitación. Yo estaba un poco impaciente, ya que había faltado el día anterior... Vi a Gerard asomarse en las escaleras solo, pero tras algunos segundos, vi a Frank que apareció bruñéndose los ojos y bostezando. Caminaba con cierta torpeza, producto de que aún no estaba lo suficientemente despierto, así que se cayó varias veces antes de llegar al auto de Gee, que estaba afuera del edificio. Yo me senté en el asiento de copiloto, junto a Gerard, y atrás se sentaron los demás. Puse algo de música, como para despertar a Frankie, que aún bostezaba cada dos segundos. Y luego Bob comenzó a hablar del tráfico en las calles y cosas así, pero luego Ray se acordó de lo que había pasado en la mañana en el baño y comenzó a contárselo a Frank, que pareció despertar cuando le dijeron la palabra "sexo"...
-¿Me perdí todo eso?-, preguntó Frankie, golpeando a Gerard en el hombro. Bob y Ray se reían, pero Gee y yo nos mirábamos avergonzados.
-¿Existe la posibilidad de que no se refieran a mi como si no estuviera?-, le pregunté, luego de escuchar un comentario bastante fuera de lugar de parte de Frank. Hubo un silencio total en el auto, solo se escuchaba la música de fondo.
-Si... disculpa, no quise sobrepasarme-, se excusó Frankie.
-Si quieren molestarnos porque nos oyeron, esta bien, pero no es necesario que seas tan obsceno, Frank-, le dije después, bajando el volumen de la radio.

Después de pasar a dejar a Bob y a Ray, solo quedábamos los 3 en el auto... eso me recordó algunos incidentes del pasado... Frank me miró a través del espejo retrovisor durante algún tiempo. Yo me di cuenta, pero no quise decirle nada, porque quería evitar que Gee pensara que aún pensaba en Frank o algo así...
-Llegamos-, me dijo Gerard, mientras se estacionaba fuera en la calle de frente al edificio en el que estaba la revista. Le di un beso en la boca y me despedí de Frank, justo antes de cerrar la puerta.

Durante la tarde me comencé a sentir bastante mal... me sentía mareada, cansada y la temperatura de mi cuerpo estaba bastante irregular. También sentía un agudo dolor en el área abdominal izquierda. Lo dejé pasar y continué trabajando, pero eran las 5 de la tarde y estaba tomándome un café con Alissa mientras discutíamos los últimos detalles de esta edición de la revista, cuando sin razón alguna mis encías comenzaron a sangrar. Tanto ella como yo nos asustamos, y lo primero que mi compañera hizo fue agarrar las llaves de su auto y partir conmigo hacia el hospital.
En el hospital me hicieron bastantes exámenes, yo no entendía porqué, pero supuse que no era nada muy bueno, porque apenas le conté lo que estaba pasando con mi cuerpo, el doctor se alteró bastante. No me quiso decir que era lo que sospechaba sin antes hacer todos los procedimientos pertinentes. Ya eran las 8 de la noche y continuaba esperando los resultados de los exámenes. Mi celular comenzó a sonar. Alcancé a ver que en la pantalla decía <>, no le quería contestar, pero si le cortaba iba a ser demasiado obvio que algo pasaba conmigo, y como no lo quería preocupar le dije a Alissa, que aún estaba conmigo, que contestara y le dijera que estaba en una reunión o algo así.

Cerca de las 9 de la noche el doctor me hizo entrar en la consulta y me ofreció asiento. Traía los exámenes en la mano, pero la falsa sonrisa que traía en la cara me hizo sospechar que algo malo pasaba conmigo.
-Esto es muy lamentable, señorita-, dijo primero, -Pero usted tiene Leucemia-, añadió.
Sentí como si me hubiesen arrojado una cubeta de agua fría encima. Me reí nerviosamente. Al principio creí que era una broma... pero luego... luego me di cuenta de que era imposible que estuvieran bromeando con algo así.
-Debe haber un error-, alegó Alissa, tomándome la mano.
-Por nosotros, todas estas enfermedades serían un error, señorita-, le respondió el doctor.
Yo me puse de pie y caminé hacia la puerta. Quería correr y alejarme de todo eso... ¿Por qué ahora? ¿Por qué ahora que tenía motivos de sobra para vivir?... Yo sabía que no era una pesadilla, pero en ese momento habría dado lo que sea para que solo hubiera sido un mal sueño... Salí de la consulta media atolondrada. Aún no me lo creía. Alcancé a notar que el doctor le dijo algo a Alissa, pero no escuché nada. Ella luego se sentó a mi lado y me abrazó.
Otra vez el teléfono celular sonó. Otra vez era Gerard. Ahora si le iba a contestar, porque o sino iba a sospechar.
-¿Alo?-, dije.
-Hola, amor. ¿Terminaste tu reunión?-, me preguntó Gee.
-Si. Ya voy para la casa-
-¿Quieres que te vaya a buscar?-
-No, Gee, no te preocupes. Ya voy en camino. Alissa me lleva-
-Ok. Te espero, amor. Te amo-
-Yo también-.
Después de decir esto colgué y miré a mi amiga, que estaba a punto de llorar.
-¿Se lo dirás hoy?-, me preguntó, haciéndome referencia a Gerard.
-No-, respondí bastante segura, -No le puedo hacer esto ahora... Su nuevo disco está casi listo y luego van a venir las giras y yo... yo no quisiera que él esté pendiente de mi-
-Pero ahora necesitarás más apoyo que nunca... Se te viene la quimioterapia...-, dijo Alissa, pero antes de que finalizara yo ya la había interrumpido.
-¿Para qué?... ¿Para agonizar durante 2 o 3 años?. No, yo no quiero ser una carga para nadie-, le contesté.

Al llegar a mi departamento, me encontré a Gee con la mesa servida. Se me hizo muy grato verlo con el delantal de cocina, corriendo de aquí para allá para tener todo en orden.
-Hola, amor-, me dijo cuando se percató que había entrado. Sus labios se unieron con los míos durante algunos segundos.
-¿Cómo estuvo tu día?-, le dije, colgando mi abrigo en la percha detrás de la puerta de entrada.
-Bien... ya casi terminamos de grabar las últimas canciones-, contestó él, yendo hasta la cocina, -Hoy nació una canción nueva-, exclamó al aparecer de vuelta a la sala con la cena en las manos.
-¿Si?-, añadí, sentándome en la mesa.
-Si, ¿Quieres que te la cante?-, me preguntó.
-Por supuesto-
Gee tomó un poco de aire, se puso justo frente a mi en la mesa y comenzó:
Turn away
if you could get me a drink of water
‘cause my lips are chapped and faded.
Call my aunt Marie, hel her gather all my things
And bury me in all my favourite colors.
My sisters and my brothers still I will
not kiss you, ‘cause the hardest part of this is leaving you.

Now turn away,
‘cause I’m awful just to see,
‘cause all my hairs abandoned all my body.
Oh! my agony knows that I will never marry.
Baby I’m just soggy from the chemo, but counting down
the days to go.

It just ain’t living,
And I hope you know that
If you say goodbye today
I’d ask you to be true
‘cause the hardest part of this is leaving you…
‘cause the hardest part of this is leaving you…

Me llevé ambas manos a la cara, tapándome los ojos, porque había comenzado a llorar. Cada una de las palabras que habían salido de la hermosa boca de Gerard me habían provocado una enorme tristeza... pensaba en que iba a pasar después de ese día...
-¿Pasa algo, amor?-, me preguntó Gee, acercándose hasta mi.
-No... es solo que... que la canción está bellísima-, le respondí mientras trataba de calmarme.
Gerard me abrazó fuerte y me agradeció.

Pasaron dos semanas... las mejores dos semanas de mi vida. Aún no le contaba a Gerard lo que pasaba con mi salud, y tampoco tenía la intención de hacerlo ahora que conocía una fecha exacta para el lanzamiento de su nuevo disco.
Para el 23 de octubre mi salud estaba bastante deteriorada, porque me negué a someterme a la quimioterapia, sin embargo, sentía que ya había cumplido todo lo que tenía que hacer en este lugar... me daba un poco de pena por Gerard, yo sabía que lo iba a afectar mucho, pero en cierta forma, creo que él presentía algo... o al menos, eso quería creer yo... para mi era difícil aceptar que lo tendría que dejar... que quizás el se despertara un día y viera como yo ya no estaba con él...

Escondí mi enfermedad durante 6 meses, solamente Alissa sabía que estaba pasando conmigo, por eso me acompañó mientras My Chemical Romance estaba de gira. Gee me llamaba todos los días, yo sabía que cada vez que oía su voz quizás podría haber sido la última, y eso me provocaba un terrible dolor... Tampoco en mi trabajo sabían que pasaba conmigo. A veces iba, a veces me excusaba con mi amiga, pero nunca supieron que era lo que tenía... Una noche comencé a sentirme mal, comencé a votar sangre por la boca y tenía mucha fiebre. Los dolores abdominales se hacían más intensos cada vez y apenas podía moverme. Alissa llamó a una ambulancia... sentí que lo hacía. Cuando desperté estaba en un hospital, conectada a muchas máquinas. Vi a Gerard, pero creí que era una ilusión... quizás ya había muerto y estaba fantaseando con él, porque no le había contado la verdad. Pero luego sentí sus manos sobres las mías. Me besó en la frente y comenzó a llorar.
-¿Por qué no me dijiste nada?-, me preguntaba una y otra vez. Yo quería contestarle, pero mis labios no se despegaban... Estaba ahí, solo viéndolo... viendo como sus lágrimas caían hasta alcanzar mis manos... quería abrazarlo y decirle que lo amaba, que donde sea que yo estuviese siempre iba a estar con él... pero no podía... apenas respiraba y mucho menos podía moverme... intenté separar mis labios para poder decir algo, pero no podía... Cerré mis ojos, tratando de concentrarme, yo sabía que aún podía controlar las funciones de mi cuerpo...
-Te amo-, logré decir finalmente, con un susurro apenas audible. Gerard se acercó a mi aún más y me sonrió mientras seguía llorando... Logré mover mi mano derecha y le tomé la suya con toda la fuerza que en ese momento tenía. Lo sentí por última vez, mientras recordaba lo hermoso que habían sido aquellos meses que pasé junto a él...
xFinx

martes, 5 de agosto de 2008

Amor Verdadero...

Si lo pierdo todo en una bola de fuego , tu estarás ahí para mí.
Si el dinero se ha ido y el futuro cae, aléjate.
Porque mi confianza está desapareciendo, me abandonarás muriendo de hambre aquí
para abajo se marchitan y desaparecen, mientras te alejas(...)

Nunca confiaré, nunca sentiré, nunca amaré de nuevo, elegí esta amarga degustación de amor.
Ellos siempre dicen que el verdadero amor es todo lo que necesitas
pero cuando el amor se ha ido, tu necesitas algo más.
Ellos dicen que el verdadero amor nunca te dejará
pero mi verdadero amor se ha ido, y yo no puedo ir.

Estoy en las catacumbas de un corazón roto en el que solía estar
cuando te amé por todas las razones que odias de tí misma.
Porque eras desesperada y patética, pero hermosa para mí,
como el día en que me abandonaste y me convertí en un simple recuerdo (...)

Nunca confiaré, nunca sentiré, nunca amaré de nuevo, elegí esta amarga degustación de amor.
Ellos siempre dicen que el verdadero amor es todo lo que necesitas
pero cuando el amor se ha ido, tu necesitas algo más.
Ellos dicen que el verdadero amor nunca te dejará
pero mi verdadero amor se ha ido, y yo no puedo ir...